Y tan tallado está mi hueso sacro,
Por ser de plata y de diamante y de resina,
De tantos zarandeos de tu embate,
Mi coxis, hueso dulce, madrecielo de las danzas,
Desjarretao como los demoniacos,
Destartalado y tan innominado,
Como otro hueso móvil de pertrechos,
Porque es una trinchera tan medrosa
(Esta coyuntura mía de hembra amarga),
Y se quedó esculpido de tu empuje,
Porque es una bisagra condenada,
Es solo un gozne eterno y tan maldito,
Escarmentado de todo deleite
Un sedimento turbio de crudezas,
Un arsenal de versos derramados.
"No hay religión más elevada que la verdad", Helena Petrovna Blavatsky dixit.
lunes, 14 de noviembre de 2011
domingo, 4 de septiembre de 2011
Edición online de "Muestrario de Bárbaros y Delicadas", editado por Ricardo Triviño Sánchez
Mi gran amigo Ricardo, al que conoceréis por proyectos como Esquince, Aningunsitioperoquesealejos, Aningunsitio, Oimaku o Garabatismos se ha tomado el gran trabajo y esfuerzo de producir la segunda edición online de mi poemario "Muestrario de Bárbaros y Delicadas".
Se trata de una preciosa edición, producida por duoZanetti, con cubierta del pintor de fin-de-siècle Jean-León Gérome, que evoca a la perfección y con gran sutileza el ambiente arabesco plasmado en el marco narrativo de la compilación de sonetos. Los temas de los sonetos se dividen en tres bloques principales: Sherezade como metáfora del hilo narrativo y de los tópicos de la tradición cuentística folklórica, los sonetos de amor o admiración a las bestias, villanos o monstruos y los de escarnio o burla a las princesas, heroínas o bellas.
Estoy muy orgullosa de este regalo que me ha hecho Ricardo Triviño, un excelente editor y gran amigo, ya que su edición es impoluta y combina el buen gusto con un prólogo amable y lleno de sensibilidad:
Basándose casi siempre en formas poéticas clásicas, entre las
cuales ocupa un lugar preeminente la que adaptara en su día a la
lengua castellana el genio de Garcilaso, empieza la diversión de
crear parodias versificadas. Su humor se basa en un uso muy
especial del lenguaje, donde lengua vulgar, coloquial, culta y
técnica se mezclan dando lugar a extrañas parejas y orgías
sorprendentes.
Ricardo es el primero que ha querido dar nombres y poner etiquetas a mi poesía, y que ha comenzado con la ardua tarea de comprenderla y aproximarla al público, y por ello le estaré eternamente agradecida y siempre tendrá un lugar muy especial en mi corazón y, de momento, en mi blog.
¡Gracias, Ricardo!
Disfrutad de la edición.
Se trata de una preciosa edición, producida por duoZanetti, con cubierta del pintor de fin-de-siècle Jean-León Gérome, que evoca a la perfección y con gran sutileza el ambiente arabesco plasmado en el marco narrativo de la compilación de sonetos. Los temas de los sonetos se dividen en tres bloques principales: Sherezade como metáfora del hilo narrativo y de los tópicos de la tradición cuentística folklórica, los sonetos de amor o admiración a las bestias, villanos o monstruos y los de escarnio o burla a las princesas, heroínas o bellas.
Estoy muy orgullosa de este regalo que me ha hecho Ricardo Triviño, un excelente editor y gran amigo, ya que su edición es impoluta y combina el buen gusto con un prólogo amable y lleno de sensibilidad:
Basándose casi siempre en formas poéticas clásicas, entre las
cuales ocupa un lugar preeminente la que adaptara en su día a la
lengua castellana el genio de Garcilaso, empieza la diversión de
crear parodias versificadas. Su humor se basa en un uso muy
especial del lenguaje, donde lengua vulgar, coloquial, culta y
técnica se mezclan dando lugar a extrañas parejas y orgías
sorprendentes.
Ricardo es el primero que ha querido dar nombres y poner etiquetas a mi poesía, y que ha comenzado con la ardua tarea de comprenderla y aproximarla al público, y por ello le estaré eternamente agradecida y siempre tendrá un lugar muy especial en mi corazón y, de momento, en mi blog.
¡Gracias, Ricardo!
Disfrutad de la edición.
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Madame Blavatsky
martes, 5 de julio de 2011
Oracular Bones
I
Es de flesh y hueso de lo que está hecha mi escarapela
Y se encuentra muy adentro,
Tan distintiva del alma,
Y cuando lidian mis huesos
Por repelarse en la muerte,
Los siento como tatuajes que se me hunden en la carne.
Todos estos armazones, que pensé yo de adamanto,
No son más que piedras angulares
(No que no sean importantes)
De mis ruinas y diretes,
Y en cada uno, oraculares,
Está grabado un verso de mi pecho,
Tinta invisible, tatuaje acerbo.
Si era impertérrito este litio de mis huesos,
Se ha vuelto en un marfil extravagante,
Y hacen de aquél variadas chucherías
Pues es mi cuerpo ya de comerciantes.
Si la osamenta que yo arrastro es transgredida,
Se va a poder leer lo que hay escrito,
Y oraculando las verdades ya se encuentra
Martirizada entre los posos de mi historia,
Sin encontrar de carne ni un hilillo,
Dejando al descubierto cuando muera,
Todos los mandamientos del memento.
Compuesto en dos mitades, ya soldado,
Mi hueso coronal lleno de espinas,
Trae escrito ya el lugar de mi mortaja
Y reza un “horror vacui en mi sudario”
En letras de sumerios, cuneiformes.
Mi tarso nunca fue tan vulnerable
Como el talón del miserable Aquiles,
Pero hay grabado a fuego lento,
Con tizones,
Todos los pasos que sobre tu tumba he dado,
Todas las millas que ya he recorrido
Pensando en escaparme de tus manos,
Y desasirme así del bronco de tus labios,
Que me quedó muy dentro, en los pulmones.
Y tan tallado está mi hueso sacro,
Por ser de plata y de diamante y de resina,
De tantos zarandeos de tu embate,
Mi coxis, hueso dulce, madrecielo de las danzas,
Desjarretao como los demoniacos,
Destartalado y tan innominado,
Como otro hueso móvil de pertrechos,
Porque es una trinchera tan medrosa
(Esta coyuntura mía de hembra amarga),
Y se quedó esculpido de tu empuje,
Porque es una bisagra condenada,
Es solo un gozne eterno y tan maldito,
Escarmentado de todo deleite
Un sedimento turbio de crudezas,
Un arsenal de versos derramados.
(Astrágalo, que rezas la desgracia de pisar sin reparar mi corazón sin respirar sin auscultar sin bombear lo que la aurícula
Ventricula y oracula.
Astrágalo, Astrágalo, Astrágalo.
Se repite como un dios, hasta el infinito).
II
En mi hueso occipital,
Las historias de mil cariátides tan putas (¡esternocleidomastoideo!),
Un occipucio (un prepucio),
La hagiografía de mi vida.
Santificados los nombres
De las parias consumidas
Por la lujuria del nombre,
Son tantas memorias tristes,
Por mor de una biblia en verso,
De un evangelio salaz,
Porque tanto sacrilegio me ha de llevar al olvido,
Pero rescata cantares de mi lúbrico lunismo
En huesos de nucas duras que oraculan ora guardan.
El hueso intermaxilar,
El del mordisco saturno
Cincelado de bocados,
De los que te di tan triste,
De los que te diera suave,
De los que me condenaste
A darte sin ton ni son
De los que me abandonaste
A merced de mordedores.
En él se pueden leer las inscripciones ebúrneas
De tantos dientes de cobre marcados en la quijada,
Grabados en la carnaza de un amante vulnerado con el que soñé despierta,
De un cariño adulterado con el que fue mi delirio.
Ya no escondo el tatuaje del primer beso que tuve,
Que ya han pasado los años y fue extirparle la lengua lo que me tiene con vida.
Y el día que yo me muera, será este hueso votivo,
Y penderá de los templos para castigo de aquellos que dejaron de morderse.
Mi hueso piramidal, tanto desentumecer
La soledad de mi almohada,
La entraña descompasada,
La respiración vertiginosa de mi escafandra asfixiante,
La congoja de estar sola
Y el anhelo de tus dientes;
Podrás leer los renglones tan torcidos de algún dios,
Para que no me sintiera sola,
Para que no me durmiera sola,
Para que no me marchara sola,
Para que no me corriera sola,
Para que no caminara sola,
Ni mirara tus ojos sola.
III
La enésima dinastía china se jugó el pellejo
Para escribir en los huesos de mi vida
La historia de un amor interpelado,
Y son, huesos oraculares,
Los que recorren la osamenta de cobre que anida dentro de mi piel,
Los que atraviesan y trasponen mis membranas,
Los que me parten en mitades y en medianas,
Como en este matadero que te conté,
Como el adamanto de tus huesos y mis huesos,
Como el maíz que flota en las concavidades de mis senos,
Como la canela excesiva de este mausoleo de tierra en que me hallo,
Donde he de combatir el eneldo que me acecha, resecado.
Los huesos oraculan mi miseria,
Oraculan todas las profecías que me he de creer,
Por que sean profecías,
Para que sean profecías,
Para que se convierta en profecía,
La metáfora que me brindaron,
De una estrella,
De una providencia,
De un hado,
De un arcano,
De un albur,
En que los huesos hayan de dar cansados pero llenos de enigmas,
De los secretos de la historia,
De todas las palabras que haya hilado,
O al menos de las piedras que he ablandado.
(“Ahora se ha vuelto blando como engrudo
Y aglutinado viscosea en mi esqueleto,
Y va secándose de nuevo como esponjas”).
Es de flesh y hueso de lo que está hecha mi escarapela
Y se encuentra muy adentro,
Tan distintiva del alma,
Y cuando lidian mis huesos
Por repelarse en la muerte,
Los siento como tatuajes que se me hunden en la carne.
Todos estos armazones, que pensé yo de adamanto,
No son más que piedras angulares
(No que no sean importantes)
De mis ruinas y diretes,
Y en cada uno, oraculares,
Está grabado un verso de mi pecho,
Tinta invisible, tatuaje acerbo.
Si era impertérrito este litio de mis huesos,
Se ha vuelto en un marfil extravagante,
Y hacen de aquél variadas chucherías
Pues es mi cuerpo ya de comerciantes.
Si la osamenta que yo arrastro es transgredida,
Se va a poder leer lo que hay escrito,
Y oraculando las verdades ya se encuentra
Martirizada entre los posos de mi historia,
Sin encontrar de carne ni un hilillo,
Dejando al descubierto cuando muera,
Todos los mandamientos del memento.
Compuesto en dos mitades, ya soldado,
Mi hueso coronal lleno de espinas,
Trae escrito ya el lugar de mi mortaja
Y reza un “horror vacui en mi sudario”
En letras de sumerios, cuneiformes.
Mi tarso nunca fue tan vulnerable
Como el talón del miserable Aquiles,
Pero hay grabado a fuego lento,
Con tizones,
Todos los pasos que sobre tu tumba he dado,
Todas las millas que ya he recorrido
Pensando en escaparme de tus manos,
Y desasirme así del bronco de tus labios,
Que me quedó muy dentro, en los pulmones.
Y tan tallado está mi hueso sacro,
Por ser de plata y de diamante y de resina,
De tantos zarandeos de tu embate,
Mi coxis, hueso dulce, madrecielo de las danzas,
Desjarretao como los demoniacos,
Destartalado y tan innominado,
Como otro hueso móvil de pertrechos,
Porque es una trinchera tan medrosa
(Esta coyuntura mía de hembra amarga),
Y se quedó esculpido de tu empuje,
Porque es una bisagra condenada,
Es solo un gozne eterno y tan maldito,
Escarmentado de todo deleite
Un sedimento turbio de crudezas,
Un arsenal de versos derramados.
(Astrágalo, que rezas la desgracia de pisar sin reparar mi corazón sin respirar sin auscultar sin bombear lo que la aurícula
Ventricula y oracula.
Astrágalo, Astrágalo, Astrágalo.
Se repite como un dios, hasta el infinito).
II
En mi hueso occipital,
Las historias de mil cariátides tan putas (¡esternocleidomastoideo!),
Un occipucio (un prepucio),
La hagiografía de mi vida.
Santificados los nombres
De las parias consumidas
Por la lujuria del nombre,
Son tantas memorias tristes,
Por mor de una biblia en verso,
De un evangelio salaz,
Porque tanto sacrilegio me ha de llevar al olvido,
Pero rescata cantares de mi lúbrico lunismo
En huesos de nucas duras que oraculan ora guardan.
El hueso intermaxilar,
El del mordisco saturno
Cincelado de bocados,
De los que te di tan triste,
De los que te diera suave,
De los que me condenaste
A darte sin ton ni son
De los que me abandonaste
A merced de mordedores.
En él se pueden leer las inscripciones ebúrneas
De tantos dientes de cobre marcados en la quijada,
Grabados en la carnaza de un amante vulnerado con el que soñé despierta,
De un cariño adulterado con el que fue mi delirio.
Ya no escondo el tatuaje del primer beso que tuve,
Que ya han pasado los años y fue extirparle la lengua lo que me tiene con vida.
Y el día que yo me muera, será este hueso votivo,
Y penderá de los templos para castigo de aquellos que dejaron de morderse.
Mi hueso piramidal, tanto desentumecer
La soledad de mi almohada,
La entraña descompasada,
La respiración vertiginosa de mi escafandra asfixiante,
La congoja de estar sola
Y el anhelo de tus dientes;
Podrás leer los renglones tan torcidos de algún dios,
Para que no me sintiera sola,
Para que no me durmiera sola,
Para que no me marchara sola,
Para que no me corriera sola,
Para que no caminara sola,
Ni mirara tus ojos sola.
III
La enésima dinastía china se jugó el pellejo
Para escribir en los huesos de mi vida
La historia de un amor interpelado,
Y son, huesos oraculares,
Los que recorren la osamenta de cobre que anida dentro de mi piel,
Los que atraviesan y trasponen mis membranas,
Los que me parten en mitades y en medianas,
Como en este matadero que te conté,
Como el adamanto de tus huesos y mis huesos,
Como el maíz que flota en las concavidades de mis senos,
Como la canela excesiva de este mausoleo de tierra en que me hallo,
Donde he de combatir el eneldo que me acecha, resecado.
Los huesos oraculan mi miseria,
Oraculan todas las profecías que me he de creer,
Por que sean profecías,
Para que sean profecías,
Para que se convierta en profecía,
La metáfora que me brindaron,
De una estrella,
De una providencia,
De un hado,
De un arcano,
De un albur,
En que los huesos hayan de dar cansados pero llenos de enigmas,
De los secretos de la historia,
De todas las palabras que haya hilado,
O al menos de las piedras que he ablandado.
(“Ahora se ha vuelto blando como engrudo
Y aglutinado viscosea en mi esqueleto,
Y va secándose de nuevo como esponjas”).
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El eneldo,
El intimismo,
El maíz,
Las obsesiones
martes, 5 de abril de 2011
El eneldo
Y son esas mujeres, retuertas y blancas,
Las que recocinean de muerte el pescado
Y hierven esos ojos de cristal viscoso,
Convierten el eneldo en polvillos de oro.
Y son las que embadurnan de tierna manteca
Todos los lupanares del amor que se muere,
Y son las ungidoras que con sangre en las manos,
Y despellejadoras de los pollos humanos,
Con ese ritual de gallina violácea,
Gritan oscuros cánticos
Del amor que se duerme,
Del perejil que crece
En los senderos, polvo,
Y del eneldo virgen te tejen las venas,
Y así entre los humores de gallos pedestres,
No saben si arrancarte el pescuezo a mordiscos,
O si untarte el gaznate con hollín y con cieno.
De todo lo que brota de la tierra almagrada,
Se ha vuelto el eneldo,
Sin sal,
Especia viciada y nauseabunda,
Que esta o aquella mujer gemebunda
Ha acaparado en toda su cocina.
Y es el eneldo inasible,
Es tanta muerte y tanto veneno
Que las mujeres dulces,
(De úteros turgentes)
No han sabido llenar su barriga de aceite,
No han sabido coger de sus tallos más verdes
Todo lo que el eneldo aún demora en su savia,
O la toxicidad de ponzoña sombría,
Narcótico furor de esta hierba detestable,
Abominable el hedor que se extendiere allende,
Y antipático el sabor que hace a la mujer tan bruja,
Bordando entre los claveles
Mil sábanas de burdeles,
Recuperando bebedizos
Para matar a las flores,
Por robar virginidades se haya inventado, el eneldo,
Y por hechicera, arpía, sáquese el ojo del sapo,
Y alíñese con eneldo.
Son esas mujeres negras,
Las que en sucios rituales
De gallinas y de sangre,
Eneldan las madrugadas y abandonan el maíz y lo vuelven todo en humus,
Porque el humus que fermenta,
Es el amor que, doliente,
Se acumula en sus gargantas,
Se materializa en cuerpos,
Se pudre bajo la tierra,
Y organiza los caminos,
Para lombrices eternas,
Para tenias milenarias,
Que devoran tantos menstruos
Que no hay bajo latifundios
Ni una gota del maíz que inunda todas las calles,
Cuando el hombre es luminoso,
Cuando el guisante amarillo da esperanza de ternura,
Y brota de las mazorcas todo lo que estaba muerto,
Todo el ungüento de madres,
Que velan a la verita
De alguna hostil fiebre brava,
Porque sus hijas calientes
Piden humus, linimento, bálsamo de sus terrores,
Y es el humus, no el eneldo, lo que las trae de cabeza,
Lo que supura en vigilia
En su entretela de perra.
Las que recocinean de muerte el pescado
Y hierven esos ojos de cristal viscoso,
Convierten el eneldo en polvillos de oro.
Y son las que embadurnan de tierna manteca
Todos los lupanares del amor que se muere,
Y son las ungidoras que con sangre en las manos,
Y despellejadoras de los pollos humanos,
Con ese ritual de gallina violácea,
Gritan oscuros cánticos
Del amor que se duerme,
Del perejil que crece
En los senderos, polvo,
Y del eneldo virgen te tejen las venas,
Y así entre los humores de gallos pedestres,
No saben si arrancarte el pescuezo a mordiscos,
O si untarte el gaznate con hollín y con cieno.
De todo lo que brota de la tierra almagrada,
Se ha vuelto el eneldo,
Sin sal,
Especia viciada y nauseabunda,
Que esta o aquella mujer gemebunda
Ha acaparado en toda su cocina.
Y es el eneldo inasible,
Es tanta muerte y tanto veneno
Que las mujeres dulces,
(De úteros turgentes)
No han sabido llenar su barriga de aceite,
No han sabido coger de sus tallos más verdes
Todo lo que el eneldo aún demora en su savia,
O la toxicidad de ponzoña sombría,
Narcótico furor de esta hierba detestable,
Abominable el hedor que se extendiere allende,
Y antipático el sabor que hace a la mujer tan bruja,
Bordando entre los claveles
Mil sábanas de burdeles,
Recuperando bebedizos
Para matar a las flores,
Por robar virginidades se haya inventado, el eneldo,
Y por hechicera, arpía, sáquese el ojo del sapo,
Y alíñese con eneldo.
Son esas mujeres negras,
Las que en sucios rituales
De gallinas y de sangre,
Eneldan las madrugadas y abandonan el maíz y lo vuelven todo en humus,
Porque el humus que fermenta,
Es el amor que, doliente,
Se acumula en sus gargantas,
Se materializa en cuerpos,
Se pudre bajo la tierra,
Y organiza los caminos,
Para lombrices eternas,
Para tenias milenarias,
Que devoran tantos menstruos
Que no hay bajo latifundios
Ni una gota del maíz que inunda todas las calles,
Cuando el hombre es luminoso,
Cuando el guisante amarillo da esperanza de ternura,
Y brota de las mazorcas todo lo que estaba muerto,
Todo el ungüento de madres,
Que velan a la verita
De alguna hostil fiebre brava,
Porque sus hijas calientes
Piden humus, linimento, bálsamo de sus terrores,
Y es el humus, no el eneldo, lo que las trae de cabeza,
Lo que supura en vigilia
En su entretela de perra.
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jueves, 24 de febrero de 2011
El maíz
Con el kernel dorado y el maíz de los hombres
Voy a hacer la polenta que te ha de alimentar,
Voy a abrir las mazorcas,
(En comitiva de cobre, y simples)
Despiadada, los granos en mi matriz salvaje
(voy a hundir).
El maíz de los hombres ya no huele a placenta,
Y es, de noche, acicate para lobos y hienas,
Y de todo alimento en mi vientre marchito
Es maíz el que satura de acólitos el mundo,
El que llena las bocas de los pájaros sin madre
Y de los llantos tristes de las aves erradas.
Con maíz amarillo yo te he de alimentar,
Y has de catar azúcar refulgente y bruñido,
Y no has de transformar lo que comes en humus,
Pues sube de la tierra y en ella te humillas.
Y yo te enseñaré a buscarte los panes
Y a despanochar las matas de cabellos
Verdes,
Grana,
Donde se han, tus pestañas, tornado en rojas piñas
Porque eres de maíz, hombre de aliento jade,
Hombre color pajizo
De dolor quebradizo.
¿Que qué quiero hacer con el maíz?
Quiero llenar los puentes y llenar las aceras
Con un maíz que explote y que reverbere,
Las calles, callejones, los vastos adoquines
En lluvia de maíz que reviente en los rostros,
Y mate mariposas de muerte ambarina,
Y alcance,
Como misiles,
La ropa en los patios,
Y la llene de úlceras de almidón refulgente,
Porque son las vecinas, recogiendo en esos patios
Esas extensas sábanas tan blancas de armisticio,
Las que dan al maíz dimensión de mujeres
Y las que obran milagros con el repugnante eneldo.
Y si tiene el maíz el dolor femenino,
Bastará con hilarle las barbas de cerdas
En dos hermosas trenzas balanceando de pena,
Y así del corazón, del kernel mencionado
Ya sólo habrá que hacer algún guiso sagrado,
Porque saben las hembras amanecer con hielo
Recuperar las sobras de maíz (amor) desmigajado,
Y componer de nuevo la seda de las rutas,
Donde se han de bordar con los hilos enteros,
Azafrán, cañamazos y regueros de sangre.
Voy a hacer la polenta que te ha de alimentar,
Voy a abrir las mazorcas,
(En comitiva de cobre, y simples)
Despiadada, los granos en mi matriz salvaje
(voy a hundir).
El maíz de los hombres ya no huele a placenta,
Y es, de noche, acicate para lobos y hienas,
Y de todo alimento en mi vientre marchito
Es maíz el que satura de acólitos el mundo,
El que llena las bocas de los pájaros sin madre
Y de los llantos tristes de las aves erradas.
Con maíz amarillo yo te he de alimentar,
Y has de catar azúcar refulgente y bruñido,
Y no has de transformar lo que comes en humus,
Pues sube de la tierra y en ella te humillas.
Y yo te enseñaré a buscarte los panes
Y a despanochar las matas de cabellos
Verdes,
Grana,
Donde se han, tus pestañas, tornado en rojas piñas
Porque eres de maíz, hombre de aliento jade,
Hombre color pajizo
De dolor quebradizo.
¿Que qué quiero hacer con el maíz?
Quiero llenar los puentes y llenar las aceras
Con un maíz que explote y que reverbere,
Las calles, callejones, los vastos adoquines
En lluvia de maíz que reviente en los rostros,
Y mate mariposas de muerte ambarina,
Y alcance,
Como misiles,
La ropa en los patios,
Y la llene de úlceras de almidón refulgente,
Porque son las vecinas, recogiendo en esos patios
Esas extensas sábanas tan blancas de armisticio,
Las que dan al maíz dimensión de mujeres
Y las que obran milagros con el repugnante eneldo.
Y si tiene el maíz el dolor femenino,
Bastará con hilarle las barbas de cerdas
En dos hermosas trenzas balanceando de pena,
Y así del corazón, del kernel mencionado
Ya sólo habrá que hacer algún guiso sagrado,
Porque saben las hembras amanecer con hielo
Recuperar las sobras de maíz (amor) desmigajado,
Y componer de nuevo la seda de las rutas,
Donde se han de bordar con los hilos enteros,
Azafrán, cañamazos y regueros de sangre.
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martes, 1 de febrero de 2011
Sí amo, pero humo II
...And who but my Lady Greensleeves…
Enrique VIII
Enrique VIII
Llenarte de tristeza poscoital
Es una de mis máximas pericias,
No soy un hábil prócer en secretos,
No los conozco todos,
Ni lo anhelo.
Pero sé que fracaso en auscultarte el pecho,
Y en diagnosticar qué suerte de dolor blando y laxo
Te brota del tejido más interno.
Sé que soy como una oruga que te pica
Soy un sucio gusarapo de molestias,
Y te como muy despacio por adentro
Y de adentro no me salgo aunque me expelas.
He podido comprobar de qué estás hecha,
Y no he querido más que castigarte
Porque te quiero de una forma extraña,
Y no sé si te quiero aunque me duelas.
Y ya que por fin viste mis ojos vidriados,
Ya que viste el desnudo de mis dientes,
Voy a ver si te puedo convencer
De que soy un profeta deprimente.
Pero sé que he fracasado en adorarte
Y en buscarte las cosquillas en la frente,
Y en contarte los lunares como estrellas
Y en barrer de sosa cáustica tus labios.
Sé que soy un fracaso en ponerte de hinojos,
Y en abrirte los ojos para que te des cuenta
De que yo me doy cuenta,
Y de que soy un fracaso.
Lo de morirte sola
Es una opción que a ti te aterroriza,
Yo creo más en los milaños de tus cuentos,
Que deberías tú creer que te amilanas,
Y que es sacar afuera la cabeza
Lo que te salvará de mis heridas.
Llenarte de tristeza poscoital
Es un inconveniente, demasiado,
Y siento que es un mórbido banquete
Comer lo que te sobra cuando lloras,
Sorber lo que ha quedado cuando imploras
Que ya no te haga daño ni te asuste.
Y eres como una niña, tan perdida,
Te quiero y no te quiero,
Y al robarte
El aliento cuando sufres tan de veras,
Me odio y quiero huir de madrugada,
Saltar por los caminos y perderme,
Saber que he de morir la noche entera
Por devolverme a ti a lágrima viva,
Por descubrir que soy un ser canalla,
Por pretender que puedo redimirme,
Por abrirte en canal esa quijada.
Porque estoy aprendiendo a perder las esquirlas
De esta ternura rara
Con que salpicas mis ojos,
Con la que tú me atacas, velada, tus ojos,
Con la que me despojas de todo, mis ojos,
Con la que me disparas cubierta, tus ojos.
Con esa devoción que es tan muda, de cieno,
En donde nos hundimos, desnudos, de lodo,
Y con esa piedad de las santas de piedra,
Con la que en la bandeja los llevan, sus ojos,
Y muestran los apéndices de sus pechos rojos,
Y aguantan sus espaldas y costillas asadas,
Y duermen la vigilia de su muerte violenta
Orando con sus ojos,
Callando con sus ojos,
Y dejando sus ojos
Macerarse en vinagre,
Y esperando la hora de las fieras cornadas,
Y de supuración en aceites hirviendo,
Y de las bestias pardas y los bravos zarpazos,
Y de agujas punzantes
Y de vientres sangrantes.
Porque te has convertido en la Virgen con ojos,
Y me miras, me escrutas y escudriñas mis ojos,
Y me inquieres, me indagas y no cierras los ojos.
Ya no te quiero más, y nunca te he querido.
Sólo que me atraviesas con tus ojos de fango.
He podido comprobar de qué estás hecha
Y no he querido más que castigarte,
Porque te quiero de una forma rara,
Y no sé si te quiero aunque me duelas.
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domingo, 30 de enero de 2011
El hambre de la patata
En mi piel crecen verrugas purulentas
Y pústulas de un negro efervescente,
Y crecen hongos blancos pestilentes
Y estoy cubierta toda de bacteria.
El líquen de mi piel se deteriora,
El alga de mi axila se cuartea,
Húmeda en oquedades,
(Champiñones)
Y bullen en mis ingles los miasmas
De aquel virus fatídico que un día
Se me metió en la carne, tan corrupto.
He podido estar podrida y desgajada
He podido fermentar de madrugada
Y no te hubieses dado cuenta, inmundo,
Que mis membranas nauseabundas se consumen
En aglomeración de codos y rodillas,
Que se coagula el ronco de mi pecho
En un ir y venir de recovecos,
Pastosos de mollejas y de ensalmos,
Porque estoy hechizada de bacilos.
El hambre, la hambruna de la patata,
Patata de tumores y de bultos.
Aquí ha habido que escapar por nuestra cuenta,
Huyendo del deforme contubernio.
El hambre, la hambruna de la patata
Me cogió desprevenida y son
Metamorfosis que dormían en mi organismo
Las que se desarrollan y permutan,
Las que mutan pantorrillas en entrañas,
Las que transmutan dedos en salchichas,
Las que mis hombros truecan en carcasas,
Las que hacen de mi lengua una chuleta.
El hambre de la patata,
Que convirtió mis labios en rizoma,
Que transformó mi cuerpo en una res,
Distribuyó en mis miembros los humores,
Las llagas, las viruelas y las costras,
La fúngica llamada de la tierra,
La desintegración de las ternillas,
Y soy una epidermis tan colgante,
Y soy un gran muñón desfigurado,
Infecto de dolencia y hecho un herpes.
El hambre de la patata,
Desmedido,
Nos obligó a roer en los rincones
Todo lo que ha quedado para el pasto
De verdilentos y espesos gusanos.
El hambre de la patata,
Me ha llenado de lupus los pulmones,
Tuberculosa en tanto que amarilla,
Me ha dejado un esputo en la barriga,
Es real, y se ha vuelto leonada
La poca dermis que quedaba en mis resquicios.
Y pústulas de un negro efervescente,
Y crecen hongos blancos pestilentes
Y estoy cubierta toda de bacteria.
El líquen de mi piel se deteriora,
El alga de mi axila se cuartea,
Húmeda en oquedades,
(Champiñones)
Y bullen en mis ingles los miasmas
De aquel virus fatídico que un día
Se me metió en la carne, tan corrupto.
He podido estar podrida y desgajada
He podido fermentar de madrugada
Y no te hubieses dado cuenta, inmundo,
Que mis membranas nauseabundas se consumen
En aglomeración de codos y rodillas,
Que se coagula el ronco de mi pecho
En un ir y venir de recovecos,
Pastosos de mollejas y de ensalmos,
Porque estoy hechizada de bacilos.
El hambre, la hambruna de la patata,
Patata de tumores y de bultos.
Aquí ha habido que escapar por nuestra cuenta,
Huyendo del deforme contubernio.
El hambre, la hambruna de la patata
Me cogió desprevenida y son
Metamorfosis que dormían en mi organismo
Las que se desarrollan y permutan,
Las que mutan pantorrillas en entrañas,
Las que transmutan dedos en salchichas,
Las que mis hombros truecan en carcasas,
Las que hacen de mi lengua una chuleta.
El hambre de la patata,
Que convirtió mis labios en rizoma,
Que transformó mi cuerpo en una res,
Distribuyó en mis miembros los humores,
Las llagas, las viruelas y las costras,
La fúngica llamada de la tierra,
La desintegración de las ternillas,
Y soy una epidermis tan colgante,
Y soy un gran muñón desfigurado,
Infecto de dolencia y hecho un herpes.
El hambre de la patata,
Desmedido,
Nos obligó a roer en los rincones
Todo lo que ha quedado para el pasto
De verdilentos y espesos gusanos.
El hambre de la patata,
Me ha llenado de lupus los pulmones,
Tuberculosa en tanto que amarilla,
Me ha dejado un esputo en la barriga,
Es real, y se ha vuelto leonada
La poca dermis que quedaba en mis resquicios.
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lunes, 24 de enero de 2011
El Humus VI
He creído encontrar el humus negro
Y caliente
Con el que se reviste tu esqueleto,
Porque es de tan adentro que te emana.
Es un cigarro que me sabe a perro muerto,
Mojado,
Es un odre que quema
Ignífugo,
Tu humus que escalda a los gatos por dentro,
Con agua fría.
He creído encontrar el humus negro
Que te brota desde adentro, escarlatino,
Que me ahúma por de dentro, bermejoso,
Ese humus de tu lumbre en escabeche,
Ese humus,
Tan recio y extremado, tan de empaque,
Que se siente y se nota en el estaño de tus ojos.
No puedes esconder el humus marchito,
Marchito de buscar un montón meritorio
Donde extender estiércol y bregar por el grano,
Donde una redención de cosecha infinita
Ha de surcar la tierra en tu yunta perenne
Y ha de hallar los maíces de tu hacienda selecta,
Y ha de reproducir sempiternas panochas
Para este maizal que me buscas inside.
Que para qué te quiero
Tan lleno de humus pestilente.
Pues no lo sé, que me aspen si lo sé.
Mortificada, insalubre
Yo me encuentro aquí en mi lecho,
Y ni todo el melodrama de novela,
Ni el decimononismo de mi alma
Puede curarme de este Humus
Con que me infectaste, infecto.
Y caliente
Con el que se reviste tu esqueleto,
Porque es de tan adentro que te emana.
Es un cigarro que me sabe a perro muerto,
Mojado,
Es un odre que quema
Ignífugo,
Tu humus que escalda a los gatos por dentro,
Con agua fría.
He creído encontrar el humus negro
Que te brota desde adentro, escarlatino,
Que me ahúma por de dentro, bermejoso,
Ese humus de tu lumbre en escabeche,
Ese humus,
Tan recio y extremado, tan de empaque,
Que se siente y se nota en el estaño de tus ojos.
No puedes esconder el humus marchito,
Marchito de buscar un montón meritorio
Donde extender estiércol y bregar por el grano,
Donde una redención de cosecha infinita
Ha de surcar la tierra en tu yunta perenne
Y ha de hallar los maíces de tu hacienda selecta,
Y ha de reproducir sempiternas panochas
Para este maizal que me buscas inside.
Que para qué te quiero
Tan lleno de humus pestilente.
Pues no lo sé, que me aspen si lo sé.
Mortificada, insalubre
Yo me encuentro aquí en mi lecho,
Y ni todo el melodrama de novela,
Ni el decimononismo de mi alma
Puede curarme de este Humus
Con que me infectaste, infecto.
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lunes, 17 de enero de 2011
Sí amo, pero humo I
Si nadie me ha enseñado a ensartarte los ojos,
esos ojos redondos de niña sorprendida,
con la gélida aguja de husos de ruecas viejas,
a lavarte la cara esculpida en cartón piedra,
tan sembrada de luces y de polvo y de cisco,
o a retener tus manos que me buscan sin tino,
o a contar con los dedos tus vestidos de escamas,
o a escucharte de nuevo por comprender tu lengua,
o a correrme soñando que te tengo enlazada,
o a notar tus rodillas de agua cristalizada
cuando dan contra el suelo y el techo del infierno,
cuando esgrimes de noche tu tripa desgajá,
y violentas la calma de mi ensimismamiento,
de mi ombliguismo opiáceo
que te trae de cabeza,
porque no te das cuenta de que yo me doy cuenta
y que estoy aprendiendo a curar tus locuras,
y a cómo acariciarte los muñones de hiedra
por los que alguna savia o veneno de oruga
ha extendido entre el hierro de tu sangre lechosa
una ristra de arena que entorpece tu herida
un reguero de sal que te escuece en la llaga,
una red de burbujas que anega tus venas
un sopor de dolor en que sumes tus codos,
un sartal de sardinas muriendo en la playa. Yo no tengo la culpa. Niña.
Y son esos muñones los que llevan por dentro
todo lo que no dejas florecer como muelas,
deja romper la carne,
y resquebrajarse,
deja que reconozca la polenta en tu bazo,
deja que se macere el maíz en tu vientre
o el grano de este embrujo que te tengo extendido
como una enredadera de azúcar diverso,
porque soy lo que soy: un demonio perverso.
esos ojos redondos de niña sorprendida,
con la gélida aguja de husos de ruecas viejas,
a lavarte la cara esculpida en cartón piedra,
tan sembrada de luces y de polvo y de cisco,
o a retener tus manos que me buscan sin tino,
o a contar con los dedos tus vestidos de escamas,
o a escucharte de nuevo por comprender tu lengua,
o a correrme soñando que te tengo enlazada,
o a notar tus rodillas de agua cristalizada
cuando dan contra el suelo y el techo del infierno,
cuando esgrimes de noche tu tripa desgajá,
y violentas la calma de mi ensimismamiento,
de mi ombliguismo opiáceo
que te trae de cabeza,
porque no te das cuenta de que yo me doy cuenta
y que estoy aprendiendo a curar tus locuras,
y a cómo acariciarte los muñones de hiedra
por los que alguna savia o veneno de oruga
ha extendido entre el hierro de tu sangre lechosa
una ristra de arena que entorpece tu herida
un reguero de sal que te escuece en la llaga,
una red de burbujas que anega tus venas
un sopor de dolor en que sumes tus codos,
un sartal de sardinas muriendo en la playa. Yo no tengo la culpa. Niña.
Y son esos muñones los que llevan por dentro
todo lo que no dejas florecer como muelas,
deja romper la carne,
y resquebrajarse,
deja que reconozca la polenta en tu bazo,
deja que se macere el maíz en tu vientre
o el grano de este embrujo que te tengo extendido
como una enredadera de azúcar diverso,
porque soy lo que soy: un demonio perverso.
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martes, 11 de enero de 2011
No amas II
He explorado los rincones del lenguaje
En busca de las formas y engranaje
Por maldecir tus huesos, tu calaña,
Por artimaña vieja, olvidadiza.
Tú has husmeado en las aldabas de mi alcoba,
Tú has invadido las murallas y las puertas,
Te has decantado por sitiarme hasta en mi casa,
Me has asestado a palo seco de alimaña
Con los puñales de alguna reyerta,
Con la columna vertebral de algún rey muerto,
Muerto que había desertado para siempre,
Y que juró que nunca volvería
(Unas cuantas machetadas).
De todas estas cosas que me has hecho
Ni un solo verso te ha bastado para honrarme,
Ni un mandamiento me has cumplido
Sin ahogarte,
Y en este muladar te has aterido inquebrantable.
Indisoluble me has rajado las entrañas,
He sido víctima
En mi propio matadero,
Mafioso pandillero y delincuente,
Putero sabandíjico de tierra,
Tripero encadenado a los despojos
Inmundo de impudicia y de cinismo.
¿Por qué de la carroña de mis labios
Extraes la mordedura como esbirro?
¿Porque eres un secuaz de satanases?
¿Porque eres un adepto del demonio?
¿Porque eres un adicto a las mortajas?
¿Por qué la necrofilia automatizas?
¿Es que estoy muerta?
¿Me lobotomizas?
Como inmolarse es divertido en estos días,
¿Será que tejerás tú mis sudarios?
En busca de las formas y engranaje
Por maldecir tus huesos, tu calaña,
Por artimaña vieja, olvidadiza.
Tú has husmeado en las aldabas de mi alcoba,
Tú has invadido las murallas y las puertas,
Te has decantado por sitiarme hasta en mi casa,
Me has asestado a palo seco de alimaña
Con los puñales de alguna reyerta,
Con la columna vertebral de algún rey muerto,
Muerto que había desertado para siempre,
Y que juró que nunca volvería
(Unas cuantas machetadas).
De todas estas cosas que me has hecho
Ni un solo verso te ha bastado para honrarme,
Ni un mandamiento me has cumplido
Sin ahogarte,
Y en este muladar te has aterido inquebrantable.
Indisoluble me has rajado las entrañas,
He sido víctima
En mi propio matadero,
Mafioso pandillero y delincuente,
Putero sabandíjico de tierra,
Tripero encadenado a los despojos
Inmundo de impudicia y de cinismo.
¿Por qué de la carroña de mis labios
Extraes la mordedura como esbirro?
¿Porque eres un secuaz de satanases?
¿Porque eres un adepto del demonio?
¿Porque eres un adicto a las mortajas?
¿Por qué la necrofilia automatizas?
¿Es que estoy muerta?
¿Me lobotomizas?
Como inmolarse es divertido en estos días,
¿Será que tejerás tú mis sudarios?
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sábado, 8 de enero de 2011
No amas
Sentirse miserable y desmedida
No es una torcedura del destino.
Cantarme las canciones de una vida
Es poco en el sigilo de tus dedos,
Es como un hábil truco de tus sesos
Es un inblando y fútil desvarío,
Es como claustrofobia almidonada
Es una tontería almibarada.
Lo que está haciendo este desuello en mis costales
Es cargar con tu anfibia sombra oscura,
Es una sucesión de humos de tierra,
Un amasijo de riñones
En los que nunca me perfilo hermosa.
No me perfilo más que como un monstruo,
Acecho en los rincones de la imagen
Etérea que tienes de damiselas,
Me veo con tus ojos,
Me pregunto
Qué clase es de pupila, iris velado,
Que me mira en la tormenta indiferente,
Que me ve como a un saco de patatas.
Un costalero redundante y flojo,
Hombre de paja,
Con demasiado juicio.
(Brains like yours).
Un salmo triste a paso agigantado.
Y todo he confiado a tu mirada,
Y he desnudado partes sin elipsis,
Y he cruzado los caminos de mi almohada,
Y he pensado en ti tan mema y aguerrida.
No es una torcedura del destino.
Cantarme las canciones de una vida
Es poco en el sigilo de tus dedos,
Es como un hábil truco de tus sesos
Es un inblando y fútil desvarío,
Es como claustrofobia almidonada
Es una tontería almibarada.
Lo que está haciendo este desuello en mis costales
Es cargar con tu anfibia sombra oscura,
Es una sucesión de humos de tierra,
Un amasijo de riñones
En los que nunca me perfilo hermosa.
No me perfilo más que como un monstruo,
Acecho en los rincones de la imagen
Etérea que tienes de damiselas,
Me veo con tus ojos,
Me pregunto
Qué clase es de pupila, iris velado,
Que me mira en la tormenta indiferente,
Que me ve como a un saco de patatas.
Un costalero redundante y flojo,
Hombre de paja,
Con demasiado juicio.
(Brains like yours).
Un salmo triste a paso agigantado.
Y todo he confiado a tu mirada,
Y he desnudado partes sin elipsis,
Y he cruzado los caminos de mi almohada,
Y he pensado en ti tan mema y aguerrida.
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jueves, 6 de enero de 2011
El Humus V
El sudor de tus recodos
Es metálico y salado,
Imagino.
Los brotes de tu garganta
Son durísimos y viejos,
Me espanta en la madrugada
La piel cetrina que oscurece tus mejillas,
Los macilentos párpados que se mueren de sueño,
La arritmia que me dejas en el pecho,
Hombre de maíz.
Me invades, me penetras, me acometes
Con tus macabras sordas afonías,
Sardónica tu risa y tu quijada,
Maleando la bondad que hay en mis ojos,
La curva cuenca ardiente de mis ojos,
Tan cándida y tan limpia mi mirada,
Insomne y embebida en tu disturbio.
La ronca cuenca sorda en mi faringe,
Las notas asinfónicas que canto,
Canto tan apagadito
De mi rescoldo inaudito,
Que no se oye en esta noche
Tan inundada de acentos.
Y el humus de tus ojos no se marcha,
El humus de tu piel me empalidece,
El humus de tu boca corrompido,
El humus de tus labios emponzoña,
El humus de tus hoyos putrefacto,
El humus de tu cuerpo descompuesto.
El humus como un dios desintegrado,
Como un antiguo resto, vieja gloria.
Un ídolo de piedra un poco absurdo,
Arcaica la obsesión de aquellos cultos,
Un humus resarcido de tropiezos.
Pero no existe, no,
Tal perfección de humus,
Tal sinemácula de esencias,
Tal tumulto del estómago envolvente,
Como llamas al dolor tan de repente.
Te atreves a ponerle nombre a mi dolencia,
Te crees que sabes todo, hombre de grano,
Teatralizas la ternura de mis ojos,
Y escarchas las pestañas de mis ojos,
Salpicas con humores mi pellejo,
Rocías con migajas mi pellejo,
Esparces las cenizas de mis ojos
Congelas las esquirlas de mis ojos.
Con el humus que te brota de mazorcas.
Es metálico y salado,
Imagino.
Los brotes de tu garganta
Son durísimos y viejos,
Me espanta en la madrugada
La piel cetrina que oscurece tus mejillas,
Los macilentos párpados que se mueren de sueño,
La arritmia que me dejas en el pecho,
Hombre de maíz.
Me invades, me penetras, me acometes
Con tus macabras sordas afonías,
Sardónica tu risa y tu quijada,
Maleando la bondad que hay en mis ojos,
La curva cuenca ardiente de mis ojos,
Tan cándida y tan limpia mi mirada,
Insomne y embebida en tu disturbio.
La ronca cuenca sorda en mi faringe,
Las notas asinfónicas que canto,
Canto tan apagadito
De mi rescoldo inaudito,
Que no se oye en esta noche
Tan inundada de acentos.
Y el humus de tus ojos no se marcha,
El humus de tu piel me empalidece,
El humus de tu boca corrompido,
El humus de tus labios emponzoña,
El humus de tus hoyos putrefacto,
El humus de tu cuerpo descompuesto.
El humus como un dios desintegrado,
Como un antiguo resto, vieja gloria.
Un ídolo de piedra un poco absurdo,
Arcaica la obsesión de aquellos cultos,
Un humus resarcido de tropiezos.
Pero no existe, no,
Tal perfección de humus,
Tal sinemácula de esencias,
Tal tumulto del estómago envolvente,
Como llamas al dolor tan de repente.
Te atreves a ponerle nombre a mi dolencia,
Te crees que sabes todo, hombre de grano,
Teatralizas la ternura de mis ojos,
Y escarchas las pestañas de mis ojos,
Salpicas con humores mi pellejo,
Rocías con migajas mi pellejo,
Esparces las cenizas de mis ojos
Congelas las esquirlas de mis ojos.
Con el humus que te brota de mazorcas.
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martes, 4 de enero de 2011
Esquinzadas: Nothing but the blood
La sangre de El Bardo de Avon.
Trilogía de sonetos ingleses y pedantes
deconstruidos y encadenados
Trilogía de sonetos ingleses y pedantes
deconstruidos y encadenados
A Rey Lear
Inicua, Cordelia, sin sangre, muerte
Tal como virginidad de feriante,
Welfare: hoy no abogara por tu suerte
Ileso ni el soplón angloparlante.
A Romeo y Julieta
Llana, con un beso muere Julieta,
Lo suyo son fluidos venenosos,
¡Hola!, trepa que me meo, mi esteta,
Al infierno nos vamos tan airosos.
A Tito Andrónico
Válgame aquesta tragedia lamentable
En que Tito Andrónico despedaza,
Beligerantemente y poco afable,
Lincha, destaja y fragmenta carnaza.
A Hamlet
¡Oh, ponzoñosa espada del danés!
¡Oh, cruel destino!, lorza en canapés,
Dinamarca se rinde toda al verte
Tormento final sin antioxidante…
A Macbeth
Híspidas brujas de sonrisa inerte,
Estás como un hervido bogavante:
Ya te han cercenado aprisa la jeta,
Salmorejo de tus miembros sabrosos,
A Coriolano
A hierro muere también cual brocheta,
¡Yerba mala!, le matan agraviosos,
Buen Coriolano pinchado en un sable,
Lo desmenuzan como si fuera una hogaza.
A Otelo
Otelo viene ahora, disculpable,
O al menos achacable a otra lenguaza,
Desdémona le gira del revés:
Wahabí que apuñala por estrés.
A Julio César
Ilícito asesino que deserte,
Le dice Julio César, cabildante,
¿Lo que me das es, Bruto Animal, muerte?
Horror, ¿tu quoque, alma de elefante?
A Antonio y Cleopatra
Antonio tenía fácil la bragueta,
¡Voto a Dios! ¡Qué amantes ambiciosos!
Es del César lo que quieres, la teta,
Babor, estribor, áspid, agoniosos.
A William Shakespeare
Lo que nos quiso enseñar, venerable,
O a lo que no supo poner coraza:
¿Os habéis lavado ¡blasfemable!
Donosos, en la sangre de melaza?
William, cordero del Eclesiastés,
Sardónico escritor de paripés.
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lunes, 3 de enero de 2011
Esquinzadas: Mester de Tortillería – Tortilla Española
Con gran plétora de aceite de oliva dorada,
Fríase la papa, pulcramente y bien pelada,
Añádase cebolla, sin llanto desgajada,
Remuévase con tino, espumadera alzada,
Agárrense los huevos, sin que haya quebrantada,
Bátanseles sin duelo, en viscosa colada,
Incorpóresele tuberculosa tostada,
Y mézclese la masa, con tesón combinada.
¡Primeramente habráse con sal sazonada!
Los óvulos contado con precisión puntuada,
Calculada la proporción de la congregada,
Bien catado con cuchara y la boca apretada.
Póngase oro líquido, en la cantidad contada,
En sartén caliente, ojinegra y baldeada,
Arrójese caterva, como alud de nevada,
Aplástese despacio, moldeando la fritada,
Y cuézase muy lento, fuego de enamorada,
Avezado de vueltas, dele ídem sonada,
Y al regirar la torta, de costra torrada,
Déjese que se cuaje a la lumbre sosegada.
Fríase la papa, pulcramente y bien pelada,
Añádase cebolla, sin llanto desgajada,
Remuévase con tino, espumadera alzada,
Agárrense los huevos, sin que haya quebrantada,
Bátanseles sin duelo, en viscosa colada,
Incorpóresele tuberculosa tostada,
Y mézclese la masa, con tesón combinada.
¡Primeramente habráse con sal sazonada!
Los óvulos contado con precisión puntuada,
Calculada la proporción de la congregada,
Bien catado con cuchara y la boca apretada.
Póngase oro líquido, en la cantidad contada,
En sartén caliente, ojinegra y baldeada,
Arrójese caterva, como alud de nevada,
Aplástese despacio, moldeando la fritada,
Y cuézase muy lento, fuego de enamorada,
Avezado de vueltas, dele ídem sonada,
Y al regirar la torta, de costra torrada,
Déjese que se cuaje a la lumbre sosegada.
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