jueves, 22 de enero de 2009

Lo peorcito de cada casa I


Si alguien dijo alguna vez que el metro es para ratas, a pesar de la connotación elitista y borjamariense que esta afirmación pueda tener, hoy no puedo por menos que darle la razón. Porque el metro saca lo peor de nosotros mismos, o porque al metro sólo se sube gente de lo peor. No sé muy bien.

Todas las mañanas me embuto, cual sardinilla enlatada, o cual relleno de morcilla de cebolla en pellejo bien curtido, en los vagones del metro de Barcelona. Parada de origen: Sagrada Familia. Parada de destino: Diagonal, esa estación que está eternamente en obras, y de la que una voz femenina antipática, monocorde, monótona, monolítica, impenetrable, estúpida, tarúpida y recalcitrantemente pedante, de perdonavidas, repite sin cansarse ni un solo día que la puta estación está en obras y que nos vamos a joder vivos porque si queremos hacer trasbordo vamos a tener que recorrer media Barcelona, amén de salir a la calle, esquivar a los repartidores de periódicos gratuitos, caminar por entre el polvoriento vallado sobre una serie de flechas amarillas, que Dorothy para volver a Kansas no tuvo más problemas ni de coña. Además esa voz lo dice todo en catalán "xava, da Barsalona, nen". La odio, por Dios. Esa tía el día que grabó el mensaje no había descubierto los yogures del Coronado, fijo.

Pero eso no es todo, ya que entre la estación de origen y la de llegada, en un trayecto de sólo dos paradas, y calculo que tres o cuatro minutos, pasan cosas que merman la moral y el amor por el género humano de cualquiera. Para comenzar, todas las mañanas, sin faltar ni una, alguien que se encuentra a ti pegado como aquel quevedesco hombre a su nariz, alguien que te mete por las narices su apestoso perfume o que a menudo está a punto de sacarte un ojo con la página 34 de su ejemplar de "La sombra del viento", o que te está dejando sordo con su mp4 a toda hostia, reproduciendo "Baila morena", versión reggaetonmixhop 1.3 de Pappy SuperchulazoDJ, te pregunta sin dilación, con suma desfachatez: "¿Vas a salir?". Entonces le miras y le dices: "No, pero no puedo moverme (señoraporquesuculometieneempotradacontralabarradelcentroy cuandolagentebajeyaveremoscómocoñosalimos)" o "Sí", escueto y tajante, en cuyo caso has triunfado, porque puedes permitirte el lujo de pensar: "Ahora te vas a esperar, gilipollas, porque yo estoy primero, y si no salgo yo, tú no sales ni de coña, capullo, te vas a quedar aquí y vas a pasarte la parada porque el piii, piii, piii de la puerta suena enseguida y las puertas, ¡pum! se cierran herméticamente y te vas a ir hasta Hospital Clínic y vas a llegar tarde a la oficina, subnormal profundo". Y tras responder sí, no te mueves, te quedas petrificado en el sitio hasta que la puerta lleva media décima de segundo abierta, lo suficiente para acojonar a ese gilipollas cagaprisas y reivindicar tu derecho a no ser increpado de buena mañana por desconocidos tocapelotas que son incapaces de levantarse antes porque su vida es tan mierda que les repatea las tripas ir a la oficina a hacer lo mismo cada mañana. A ti también te repatea, pero al menos tu vida no es tan patética, te dices. Y por las mañanas, a mí no se me habla, cojones. Aprended.

Finalmente, todo el mundo consigue salir con más o menos éxito del tren, a trompicones, a trancas y barrancas o con cierta elegancia y ‘savoir faire’, a veces con algún incidente amenazante y violento por parte de algún pasajero, pero eso pertenece al siguiente post…