lunes, 24 de marzo de 2008

¡Que no es serendipia, que eso es otra cosa!

Parece que siempre vuelve a ocurrir esto de aprender algo un día, oír hablar de ello o leer acerca del asunto y que enseguida vuelva a aparecer en tu vida, en tus películas, en tus lecturas, en tus bocas. No deja de ser siempre curioso y fascinante, y creo que habíamos quedado en que era mero azar, o tal vez una compleja red de interconexiones, puramente estadísticas. Así, cuando leí en cierto(s) blog(s) acerca de Robert Capa y Gerda Taro, hice una observación, sobre otro personaje que aparecía en el post:

“Gerda Taro llevaba colgados de su hombro los aparatos fotográficos. Ella y Capa, también fotógrafo entusiasta, fueron los huéspedes más queridos de la Alianza de Intelectuales, y eso que hubo tantos. Con toda naturalidad, después del inesperado recibimiento de León Felipe, se instalaron junto a nosotros. Iban constantemente al frente y regresaban cansados y felices. La fama de buen fotógrafo de Capa era internacional. Creo que una de las instantáneas más famosas de nuestra guerra, aquella en la que el soldado herido de muerte comienza a caer en la trinchera abandonando el fusil, es suya. Gerda y Capa eran dos seres alegres y jóvenes capaces de reírse cuando el plato estaba vacío, cuando el fotógrafo americano Harry decía que fumaba “yerbas”, cuando Santiago Ontañón decía que las lentejas tenían gusanos que nos miraban, o Darío Cramona hablaba de sus sueños interminables y hambrientos, o Langston Hughes hablaba con diminutivos aprendidos en México. Entre nosotros Gerda Taro se convirtió en la indispensable. A ninguno se le ocurría temer por esta muchacha decidida que con su máquina fotográfica en bandolera se iba al frente como un soldado, y, sin embargo, un día alguien que llamó precipitadamente a nuestra puerta gritó: “María Teresa, en el frente de El Escorial han herido a Gerda Taro”.

[…]


Ésa fue mi primera experiencia; la segunda llamaba a mi puerta para decirme: “En la retirada de Brunete, Gerda Taro iba subida en el estribo de un camión, la rozó un tanque y la han llevado al Escorial, herida”. Cuando llegamos al Escorial ya había muerto. Nos dijeron: “Era una valiente. Como no había anestesia para operarla nos pidió un cigarrillo”. Fumando rabiosamente la operaron, pero no había remedio. Abrieron una puerta y la vimos tumbada en un cuarto vacío, cubierta por una sábana. Qué pequeñita se había quedado. Durante las guerras faltan siempre cajas para enterrar a los valientes. No encontramos ninguna. Por fin nos buscaron un camión y allí, entre cajones, tendieron a Gerda Taro. La guerra, amiga, no tiene miramientos, balbuceamos, y cuando echó a andar el camión nosotros lo seguimos y atravesamos campos ardiendo y casi no nos dimos cuenta de que los aviones franquistas nos estaban bombardeando.
Depositamos a Gerda en el jardín de invierno de la Alianza de Intelectuales. Velamos a la pequeña heroína francesa como a un soldado. Los milicianos le dieron guardia de honor y fueron desfilando comisiones obreras, jefes militares, amigos, vecinas que iban enterándose… y hacían un gran esfuerzo para no santiguarse. Yo dije a la mujer de nuestro portero: “Santíguate, mujer, quién sabe si le hubiese gustado a Gerda verte”. Al día siguiente se llevaron el pobre cuerpecito de Gerda Taro a París, donde fue recibido como el de un soldado que regresa con su deber cumplido. Capa, su compañero, siguió su camino de extraordinario fotógrafo, disparando su máquina como una ametralladora rabiosa. No hubo conflicto donde él no estuviese presente. La vida parecía importarle mucho menos que los testimonios que él recogía y mostraba de las torpezas del mundo y de la angustia de los hombres. Creo que la muerte que levantaba tantas veces su mano, asombrada de verlo cercado de peligros, un día, creo que en Vietnam, bajó su palma y le tapó los ojos, que eran tan claros como un arma, para siempre."


María Teresa León, Memoria de la melancolía

Pues bien, aquí está el testimonio de María Teresa León, por si nos sirve para ampliar perspectivas.

miércoles, 19 de marzo de 2008

La leyenda del tiempo


Tenéis que escuchar esta acojonante canción de Camarón, con letra de un poema de Lorca, que a algunos les interesará saber que pertenece a la obra de teatro "Así que pasen 5 años". Bueno, como no hay palabras para describirlo, mejor os pongo el link de la canción y la letra:




El sueño va sobre el tiempo

flotando como un velero.

Nadie puede abrir semillas

en el corazón del sueño.


¡Ay, cómo canta el alba, cómo canta!

¡Qué témpanos de hielo azul levanta!


El tiempo va sobre el sueño

hundido hasta los cabellos.

Ayer y mañana comen

oscuras flores de duelo.


¡Ay, cómo canta la noche, cómo canta!

¡Qué espesura de anémonas levanta!


Sobre la misma columna,

abrazados sueño y tiempo,

cruza el gemido del niño,

la lengua rota del viejo.


¡Ay, cómo canta el alba, cómo canta!

¡Qué espesura de anémonas levanta!


Y si el sueño finge muros

en la llanura del tiempo,

el tiempo le hace creer

que nace en aquel momento.


¡Ay, cómo canta la noche, cómo canta!

¡Qué témpanos de hielo azul levanta!


Opto por la misma solución que la web de donde he tomado la letra: poner en rojo las estrofas que utiliza Camarón, que son todas excepto el estribillo del poema. Disfrutad, porque es precioso.