A veces soy un cetáceo,
ingente, orondo y azul,
ocupo todos los huecos,
soy un lastre de pescado,
y, solitaria, te trago.
Te tengo quieto en mi vientre,
en mis vísceras buceas,
pues yo soy una ballena
de muy amplias tragaderas.
"No hay religión más elevada que la verdad", Helena Petrovna Blavatsky dixit.
martes, 29 de junio de 2010
Mórbida
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viernes, 18 de junio de 2010
Mujer unicornio
A Lopen ;)
Cuando me convierto en unicornio,
Frunzo el ceño,
Apunto recto,
Veo claro,
Bizqueando,
Enfilando.
Mi cuerno es del mejor marfil que te puedas imaginar.
Cuando me convierto en unicornio,
Soy una pelusa inquieta,
Blanca,
Suave,
Lúcida,
Como un fabuloso Platero en negativo,
Y te corro a cornadas.
Cuando me convierto en unicornio,
A veces me persiguen,
Furtivos,
Mercenarios,
Combatientes,
Cazadores,
Y me desnucan el aliento con un tiro.
Cuando me convierto en unicornio,
A veces sangro,
Por un disparo.
Quien lo desea
Bebe mi savia.
Estoy hecha de la misma sangre de plata que tú,
Cuando me convierto en unicornio.
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lunes, 14 de junio de 2010
"Las fugas de mis amigos" (Fragmento 2) de David Rodríguez Ibáñez
Este poema es una pieza que me ha dedicado mi amigo David, periodista de renombre, con motivo de mi inminente "fuga" a los Estados Juntitos. Me ha gustado mucho, me ha llegado al corazón y le he pedido si era posible compartirlo con vosotros, mis lectores. Ahí va:
La otra se va a tierras conquistadas
Por el español de bien
Dicen que no es país para viejos
Pero ella ya sabe lo que es traducir sueños en un santiamén
Buenas noches, que usted descanse y a poder ser sin roncar
Mis amigos saben inglés, yo lo quiero conocer
Mis conocidos tienen pareja, yo la quiero poseer
Mis vecinos chillan por la ventana, pero yo quiero volar
No con una escoba de bruja, sino sólo con la sabiduría de una] tesis doctoral
Lejos quedan y largos parecen cuatro años
En los que puedes volver o quedarte en un nido de placer
Traer al mundo hijos, ver lost en el sofá con un barbudo
O regresar, creyendo que todo estará igual
Pero tu mochila y tu pelo habrán dejado huella
Si vuelves con la cabeza, esté alta o baja
Las pisers dirán dejen paso que acaba de llegar
Si echas raíces en un árbol sin caducidad,
Vivirás en una novela de Paul Auster
Casi toda la eternidad.
¡Gracias David!
La otra se va a tierras conquistadas
Por el español de bien
Dicen que no es país para viejos
Pero ella ya sabe lo que es traducir sueños en un santiamén
Buenas noches, que usted descanse y a poder ser sin roncar
Mis amigos saben inglés, yo lo quiero conocer
Mis conocidos tienen pareja, yo la quiero poseer
Mis vecinos chillan por la ventana, pero yo quiero volar
No con una escoba de bruja, sino sólo con la sabiduría de una] tesis doctoral
Lejos quedan y largos parecen cuatro años
En los que puedes volver o quedarte en un nido de placer
Traer al mundo hijos, ver lost en el sofá con un barbudo
O regresar, creyendo que todo estará igual
Pero tu mochila y tu pelo habrán dejado huella
Si vuelves con la cabeza, esté alta o baja
Las pisers dirán dejen paso que acaba de llegar
Si echas raíces en un árbol sin caducidad,
Vivirás en una novela de Paul Auster
Casi toda la eternidad.
¡Gracias David!
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Matadero
He sido yo quien te ha abierto en canal,
Todas las venas de tu variopinta carne,
He sido cuajadora de tu sangre,
No me he movido un ápice de aquí,
Oficiando las membranas de tu cuerpo,
(Como un muñón inmenso y desmedido)
Que quiero dividir con metonimia,
Llamándote como protuberancia,
Como un pedazo o trozo de chuleta,
Pescuezo, codillo, pernil o falda,
Que con tu libra y que con mi navaja,
Tus ojos de carnero, mi señuelo,
Podemos armar sacrificio obsceno.
He sido yo la que escogió tus dedos,
Desjarretándolos como carnaza,
Quien puso uno en los labios, dentelladas,
Y se hizo este silencio escandinavo,
Que nos molesta por ser ordinario,
Pues el sigilo de tus ojos es completo,
Me basta la mudez de tu mirada,
Me sobra con tus ósculos, borrego,
Toscos como un recóndito bolero.
Y nadie más ha conseguido fragmentar
Los añicos en que mutan tus pestañas,
Cuando el ciclón de vellos me arrecía,
En madrugadas frías de tus cuencas,
Y me quedaba sola, estremecida,
Mecida, pájaro, sobrecogida.
He sido siempre quien despedazaba
Los cuartos más orondos de tu ombligo,
Quien, cursi, se arrimaba a tu meollo,
Con esa fuerza innata del contigo;
¡Quien te miró colérica a los ojos!
Quien ha descuartizado los cogollos
De tu insólito entramado de pantanos,
De tus emanaciones de nobleza,
De mi tristeza estática a raudales.
Y no es que me haya propuesto comerte,
Porque eres un cordero degollado,
Porque tus ojos son como añoranza,
Me irreconozco en ellos sordamente,
No me reflejan nunca esos espejos,
Nunca me tiras consciente los tejos,
Me aburro de afilar mis mil cuchillos.
De todo tengo mil, como a millares,
Y de tu carne quiero, pues, lo mismo.
Que he sido yo, que te lo digo,
La que amputó tus muslos de adamante,
La que te convirtió en cacho de carne
Con ojos,
Con esos ojos.
Todas las venas de tu variopinta carne,
He sido cuajadora de tu sangre,
No me he movido un ápice de aquí,
Oficiando las membranas de tu cuerpo,
(Como un muñón inmenso y desmedido)
Que quiero dividir con metonimia,
Llamándote como protuberancia,
Como un pedazo o trozo de chuleta,
Pescuezo, codillo, pernil o falda,
Que con tu libra y que con mi navaja,
Tus ojos de carnero, mi señuelo,
Podemos armar sacrificio obsceno.
He sido yo la que escogió tus dedos,
Desjarretándolos como carnaza,
Quien puso uno en los labios, dentelladas,
Y se hizo este silencio escandinavo,
Que nos molesta por ser ordinario,
Pues el sigilo de tus ojos es completo,
Me basta la mudez de tu mirada,
Me sobra con tus ósculos, borrego,
Toscos como un recóndito bolero.
Y nadie más ha conseguido fragmentar
Los añicos en que mutan tus pestañas,
Cuando el ciclón de vellos me arrecía,
En madrugadas frías de tus cuencas,
Y me quedaba sola, estremecida,
Mecida, pájaro, sobrecogida.
He sido siempre quien despedazaba
Los cuartos más orondos de tu ombligo,
Quien, cursi, se arrimaba a tu meollo,
Con esa fuerza innata del contigo;
¡Quien te miró colérica a los ojos!
Quien ha descuartizado los cogollos
De tu insólito entramado de pantanos,
De tus emanaciones de nobleza,
De mi tristeza estática a raudales.
Y no es que me haya propuesto comerte,
Porque eres un cordero degollado,
Porque tus ojos son como añoranza,
Me irreconozco en ellos sordamente,
No me reflejan nunca esos espejos,
Nunca me tiras consciente los tejos,
Me aburro de afilar mis mil cuchillos.
De todo tengo mil, como a millares,
Y de tu carne quiero, pues, lo mismo.
Que he sido yo, que te lo digo,
La que amputó tus muslos de adamante,
La que te convirtió en cacho de carne
Con ojos,
Con esos ojos.
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lunes, 7 de junio de 2010
Hecha un basilisco
Para mi lengua bífida no han bastado
Ni una sola de tus arterias,
Ni uno sólo de los engranajes blandos
Que configuran el delicado sistema
De tu respiración,
De las contracciones de tu pecho,
De los vasos fragiloides
Que recorren el tejido de tu organismo
Y del eje que te sujeta en pie.
Y no ha podido ella emponzoñar
Ni una sola de las gotas de tu sangre,
Y es que he perdido más de tropecientos dientes,
Buscándote ciega de mordeduras,
Mordiéndote todas las hendiduras,
Hendiéndote incisivo en la garganta,
Gargareando falsas ambrosías
Que me imagino cuando estoy despierta,
Cuando la soledad me acecha enhiesta.
Mi lengua bífida de dos espigas
De víbora se vuelve, repentina,
Cuando te encuentra en el desierto solo,
Y ni todo el veneno de esta aguja,
Puede hacerte serpentearme el alma
Con ese afán de flauta que yo imploro.
Ni una sola de tus arterias,
Ni uno sólo de los engranajes blandos
Que configuran el delicado sistema
De tu respiración,
De las contracciones de tu pecho,
De los vasos fragiloides
Que recorren el tejido de tu organismo
Y del eje que te sujeta en pie.
Y no ha podido ella emponzoñar
Ni una sola de las gotas de tu sangre,
Y es que he perdido más de tropecientos dientes,
Buscándote ciega de mordeduras,
Mordiéndote todas las hendiduras,
Hendiéndote incisivo en la garganta,
Gargareando falsas ambrosías
Que me imagino cuando estoy despierta,
Cuando la soledad me acecha enhiesta.
Mi lengua bífida de dos espigas
De víbora se vuelve, repentina,
Cuando te encuentra en el desierto solo,
Y ni todo el veneno de esta aguja,
Puede hacerte serpentearme el alma
Con ese afán de flauta que yo imploro.
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