sábado, 5 de mayo de 2012

Lost

A veces te cantaba una copla mundana al oído,
O tarareaba por debajo las costuras
Que eras mi vida y mi muerte.


Nunca acabaste de verle la gracia a Rossetta’s Stone,
Parecía como si no creyeras que entender
Mi lengua materna
Mereciera un ápice de tu tiempo,
Aunque me soslayabas
Muchas veces
Con tu acento
Y me decías “gracias” y sabías lo que significaba.
Una vez dijiste que tenía ojos de mapache,
Y no era de haber llorado en tu regazo durante horas,
Era mi lápiz de khol, que a veces,
Se me queda enganchado en los dedos
Y traza las líneas más oscuras por donde hayan de esbozarse los caminos
Que cada uno siga hasta su sien particular.
Parece que los ojos se me hubieran llenado de surcos,
Como tanta cupletista cantando con voz de ajenjo,
Una de las coplas que escuchaba en la niñez.
Entonces me decías que mi voz era hermosa,
Cómo no haberte creído,
En los pantanos de tus palabras, donde la noche más  sombría se vuelve
Y se torna el día más luminoso, y las luces opacas de una carretera lonely
Se convierten en puntos que no doma la distancia.
Cómo no haber seguido de frente tus discursos,
Y haber intentado intercalarlos de españoles soniquetes,
Cuando tus besos me apartaban del mundo
Y aunque no comprendiera todas las letras de tu boca,
Sabía que bebías despacito de mis labios,
Y que escuchabas de veras las canciones de mi vida.
Me lo dijeron mil veces.
Yo sólo pretendía relatarte la forma en que los recodos de mis venas
Se extenuaban de tanto fragor
Cuando me querías,
Y era tan difícil conseguir las palabras
Para hacerte arder en mi locura primigenia,
Que empecé a revolver en demasiados cajones
Para perder por siempre la oportunidad de hablarte.
Y ya supe que siempre te perdería un poco
Y encontraría el dolor para fingir que te tengo,
Y abriría la boca para ahogar tantos gritos,
Y tantas melodías olvidadas en falsete.
Perdí el derecho a conjurarte en las noches,
Y a suplicar que te vuelvas conmigo,
Y a invocarte en las horas de asueto
Cuando el padecimiento me trepa las tripas,
Cuando en el barrizal de mis lapsos de angustia,
Sólo quiero exhortarte y no exorcizarte,
Para hechizar de nuevo tus ojos nacientes,
Porque sólo requiero que tú seas mi muerte.

2 comentarios:

Soledad 6 dijo...

Siempre queda algún torcido que conjurar en las noches.

Madame Blavatsky dijo...

Pues sí...