miércoles, 18 de febrero de 2009

Lo peorcito de cada casa II (y último que se sepa y por el momento)


Porque lo prometido es deuda, y porque esta mañana he tenido otra experiencia desgraciada más en el metro de mi amada Barcelona, os dedico este post. Ante todo, no os alarméis, simplemente he llegado cinco minutos tarde al trabajo por culpa de las aglomeraciones de la gente, que parece que salen de su casa cual cucarachillas buscando la salida. Señores, que nosotros no superaríamos un desastre natural. Ellas sí.

El tonto de turno que os comentaba, es pequeñajo y tiene una cara cuadrada de bobo impresionante e impresionable. Tiene la boca un poco torcida hacia abajo, los ojos de huevo cocido, o de pescado recién enfilado en un anzuelo. Jódete. Es bajo, muy bajo, retaco. Se agarra a la barra central como si le fuera la vida en ello, se aferra al metal cilíndrico cubierto de huellas dactilares que no identificarían a nadie y sí a todos, una huella dactilar en masa, una gigantesca pangea de babas, mocos, escamas, efluvios de perfume, restos de jabones varios y de pigmentos y condimentos de aperitivos diversos y chucherías inimaginables que pasan por las manos de la gente. Por no hablar de otras cosas que pasan por las manos de la gente (creo que ya os ha dado el suficiente asco como para sugestionaros tanto que al final de este post odiéis al enano coñón tanto como yo). Lleva unos cascos de esos inmensos, con los que la gente va por la calle como diciendo, eh, que yo escucho solo buena música, nada de reguetones ni julandradas, yo soy un entendido en música, un melómano como dios manda. Pues él lo lleva, porque controla mogollón de música, escuchando sólo a los grandes, mientras mira a la gente con cara de aguilucho, y abomba los brazos alrededor de su tronco, dentro de la chupa tejana que se cae de mierda, que lleva. Lo hace para conseguir más espacio, porque él es más importante que nadie, él es él, y cuando llega su parada se pone nervioso y escudriña a todo el que se cruza con su mirada, abre las aletas de la nariz compulsivamente, como un toro que hubiera de arrancar para salir de la barrera y si se han abierto las puertas y tienes la mala suerte de encontrarte junto a él y no haces ademán de moverte, y si encima eres calvo y alto, como le pasó a ese chico el otro día, el tío empieza a gritarte que te quites, que te quiteeeeeeeeeeeeees, coño. Y si le miras, perplejo, como diciendo de dónde cojones ha salido este enano cabrón, hijo de una hiena, puede saltar a tu yugular (porque para eso sí que tiene tiempo antes de salir a trompicones del vagón) y gritarte, amenazante, fuera de sí:

- ¡Gilipollas! Que eres un gilipollas.


Y hay que joderse.

4 comentarios:

Cris dijo...

Oye, me vas a tener que decir quién es el enano cabrón este! Tengo curiosidad, jeje. Me dijo Eva que era autóctono de Sagrada Família, no? Vaya fauna, lo que hay que aguantar!!

Madame Blavatsky dijo...

Sí, seguro que has sido víctima sin darte cuenta, al menos de alguna de sus miradas lapidarias.

Si es que hay que lidiar, hay que lidiar ya de buena mañana.

Ulises dijo...

Como siempre te encuentras de todo en hora punta en el metro de Barcelona: hienas, chacales, zorros y zorras, cerdos y jabalíes, elefantes, caballos, alienígenas e incluso ornitorrincos si me apuras. En definitiva vivir en Barcelona y coger el metro para ir a trabajar es una odisea, aunque esto ya lo concluimos la última vez y te di la solución perfecta, pero como no quieres publicidad en tu blog madame mejor lo dejamos para otra ocasión.

Madame Blavatsky dijo...

Querido Álex, yo no hubiera podido enumerar mejor la fauna diversa que corre por el metro, aunque habilidades no me faltan, y abuela tampoco, jeje. A una entrada antigua os remito, haciendo un agradable rivaival, con mucho cariño:

http://madameblavatskyysusandanzas.blogspot.com/2007/07/rambla-con-liceo-qu-ocurre-en-ese.html

Álex, ¿no comprendes que si fuera en bicileta me estropearía el peinado? aixxxxxxxxxxxxx