Que es el mismo maíz el que se pudre,
Que el que cubre tu pecho y tus cabellos,
Y profético anuncia maizales,
El que envuelve tus manos y tus codos,
Y reviste el hueco de tus rodillas,
Que funesto oracula las verdades
De la memoria corta que te oprime.
Panacea
De todas las hambres del mundo,
De las altas tierras verdes,
De la espiga del sur seco,
De ensambladuras recientes,
De tus armas, de tus dientes.
He creído encontrar
el humus negro, que recubre el estaño de tus ojos.
He creído encontrar
el humus negro y caliente
Con el que se
reviste tu esqueleto,
Tu humus que ahúma
los huesos por dentro.
No puedes esconder
el humus marchito,
Porque una
redención de cosecha infinita
Ha de surcar la
tierra en tu yunque perenne
Y ha de hallar los
maíces de tu hacienda selecta,
Y ha de reproducir
sempiternas panochas
Para este maizal
que me buscas inside.
De tu cuerpo de maíz,
De tus labios de marisma,
De tus dedazos de arcilla,
De mi entretela de perra,
De mi forro de lejía,
De mi firme escurridero,
No voy a hablarte esta noche.
Pero el humus de tus ojos no se marcha,
El humus de tu piel
me empalidece,
El humus de tu boca
corrompido,
El humus de tus
labios emponzoña,
El humus de tus
hoyos putrefacto,
El humus de tu
cuerpo descompone.
El humus como un
dios desintegrado,
Como un antiguo
resto, vieja gloria.
Un ídolo de piedra
un poco absurdo,
Arcaica la obsesión
de aquellos cultos.
Un humus subsanado
de fermentos.
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