...And who but my Lady
Greensleeves…
Enrique VIII
Enrique VIII
I
Si nadie me ha enseñado a ensartarte los ojos,
Esos ojos redondos de niña sorprendida,
Con la gélida aguja de husos de ruecas viejas,
A lavarte la carita de cartón,
(Con jabón, con jabón)
Tan sembrada de luces y de polvo y de cisco.
O a retener tus manos que me buscan sin tino,
O a contar con los dedos tus vestidos de escamas,
O a correrme soñando que te tengo enlazada,
O a notar tus rodillas de agua cristalizada…
Cuando dan contra el techo
Y el suelo del infierno.
Cuando esgrimes por la noche
Tu entraña desgajá,
Y violentas la calma de mi ensimismamiento,
De mi ombliguismo opiáceo
Que te trae de cabeza.
Porque no te das cuenta de que yo me doy cuenta
De que estoy aprendiendo a curar tus locuras,
Y a cómo acariciarte
Los muñones de hiedra
Por los que alguna savia o veneno de oruga,
Ha extendido, entre el hierro
De tu sangre lechosa,
Una ristra de arena
Que entorpece tu herida,
Un reguero de sal
Que te escuece en la llaga,
Una red de burbujas
Que anega tus venas,
Un sopor de dolor en
Que sumes tus codos,
Un sartal de sardinas muriendo en la playa.
II
Deja que reconozca la polenta en tu bazo,
Deja que se macere el maíz en tu vientre
O el grano de este embrujo que te tengo extendido
Como una enredadera de azúcar diverso,
Porque soy lo que soy: un demonio perverso.
III
Llenarte de tristeza poscoital
Es una de mis máximas pericias,
No soy un hábil prócer en secretos,
No los conozco todos,
Ni lo anhelo.
Pero sé que fracaso en auscultarte el pecho,
Y en diagnosticar qué suerte de dolor blando y laxo
Te brota del tejido más interno.
Sé que soy como esa oruga, que te pica,
Soy un sucio gusarapo de molestias,
Y te como muy despacio por adentro
Y de adentro no me salgo aunque me expelas.
He podido comprobar de qué estás hecha,
Y no he querido más que castigarte
Porque te quiero de una forma extraña,
Y no sé si te quiero aunque me duelas.
IV
Pero sé que he fracasado en adorarte
Y en buscarte las cosquillas en la frente,
Y en contarte los lunares como estrellas
Y en barrer de sosa cáustica tus labios.
Sé que soy un fracaso en ponerte de hinojos,
Y en abrirte los ojos para que te des cuenta
De que yo me doy cuenta,
Y de que soy un fracaso.
V
Llenarte de tristeza poscoital
Es un inconveniente, demasiado,
Y siento que es un mórbido banquete
Comer lo que te sobra cuando lloras,
Sorber lo que ha quedado cuando imploras
Que ya no te haga daño ni te asuste.
Y eres como una niña, tan perdida,
Te quiero y no te quiero,
Y al robarte
El aliento
Cuando sufres tan de veras,
Me odio y quiero huir de madrugada,
Saltar por los caminos y perderme,
Saber que he de morir la noche entera
Por devolverme a ti a lágrima viva,
Por descubrir que soy un ser canalla,
Por pretender que puedo redimirme,
Por abrirte en canal esa quijada.
VI
Porque estoy aprendiendo a atrapar las esquirlas
De esta ternura rara
Con que salpicas mis ojos,
Con la que tú me atacas, velada, tus ojos,
Con la que me despojas, de todo, mis ojos,
Con la que me disparas, cubierta, tus ojos.
Con esa devoción que es tan muda, de cieno,
En donde nos hundimos, desnudos, de lodo,
Y con esa piedad de las santas de piedra,
Con la que en la bandeja los llevan, sus ojos,
Y muestran los apéndices de sus pechos rojos,
Y aguantan su espinazo y su costillar asado,
Y duermen la vigilia de su muerte violenta
Orando con sus ojos,
Callando con sus ojos,
Y dejando sus ojos
Macerarse en vinagre.
VII
Porque te has convertido en la Virgen con ojos,
Y me miras, me escrutas y escudriñas mis ojos,
Y me inquieres, me indagas y no cierras los ojos.
Ya no te quiero más, y nunca te he querido.
Sólo que me atraviesas con tus ojos de fango.
He podido comprobar de qué estás hecha
Y no he querido más que castigarte,
Porque te quiero de una forma rara,
Y no sé si te quiero aunque me duelas.