La
reina del kitsch se ha embebecido demasiado
En los
mirones espejos de su alma,
Y se ha
dotado sin saberlo
De
espada y lanza,
De
cieno y lava,
Luz y
mirajes.
¡Qué
oscuras se le presentan
Las
distintas bocas de la luna,
Cuando alquitrana
sin parar sus pulmones excelsos!
Porque
ella es la reina de kitsch
Y ha
bastado sólo una palabra para sanarla,
Ha
bastado su corona de rubíes
¡Ay! para adormecer la madrugada.
Porque
en su mente se trasnochan las baladas
Que
reproduce en los recodos de la cama,
Y es en
un púlpito reina de corazones,
Ya no
es amarga pues le endulzan los sazones
Que ha
cultivado con el sol de la aceituna.
La
reina del kitsch es intocable,
Es
intangible, abrumadora y contenida,
Pues ha
aprendido en las batallas del leopardo
A
disfrazar de brasas una estrella,
Y
renueva los espacios, dondequiera,
Reorganiza las esferas, cuando sea,
A copia
de libar de las verdades
Que le
han proporcionado años de espera.
Pero no
te enamores de la reina del kitsch,
Pues es
fiera su espada.
Pero no
te enamores de la reina del kitsch,
Pues fecunda
es su tierra.
Pero no
te enamores
De la
reina del kitsch,
Porque
su savia es profusa.
No te
enamores ¡ay! no te enamores
De la
reina del kistch.