domingo, 30 de junio de 2013

Dos de Copas

Cuando se habían apagado las luces de la tierra
Y el ermitaño subía, despacio,
A la montaña,
Hicimos una mezcla de pociones
Extraña,
Maldiestra
Y solapada.

Nos entregamos, sin querer, a la sacerdotisa.
Habíamos hablado de venenos,
De alucinógenos hermosos que emponzoñan
Las venas y el martirio de los labios
Morados.
Habíamos tenido frío juntos
Y restallado con el viento de Columbus,
Que azota como mil espadas crueles.

Habíamos estado confundiendo
Nuestra ebriedad con el dolor del alma,
No habíamos visto la avidez de las serpientes  
Condenadas por los hábitos sociales,
Por tantas leyes de patriarcas exhumados
Que han sido momias antes que santos varones.

Lo habíamos estado ignorando todo,
Sin solventar la urgencia de culebras que reptaban
En la holandilla húmeda de nuestros vientres,
¡Tan ciegos!
Habíamos olvidado a los ancestros
Que hacen retumbar sus llamadas en oráculos
Insostenibles en la tierra,
Sólo llevados por el viento.
Habíamos estado tan ofuscados.

¡Qué ciegos! ¡Qué solos habíamos estado
Hasta que me encumbré a la cima
Y aullé a la luna sin tener en cuenta
Que ya estabas en camino!
Porque estabas todo el tiempo en lontananza,
Pero no,
Es que estabas en los huecos y costuras
Que no me habían revelado profecías
Que yo perseguía,
Puño y letra,
Para alcanzar las predicciones de mi almohada.

Pero habíamos ignorado las trompetas sordas,
Sordos.
Pero habíamos amado codo con codo,
Como un irrisorio plan del universo
Que madura muy despacio…

Un caballero de levita y chistera que vende seguros de vida
Ha venido a verme.
Había inadvertido tantas veces lo mucho que te quería
Cuando ese hidalgo me intentaba encandilar
Con promesas de riqueza y de solvencia,
Con el látigo de un emperador despótico.

Pero aquella noche afluyeron toda clase de fuegos fatuos
Que iluminaron la tierra
(Cuya luz se había ido amortiguando despacio)
Y resplandecieron los incólumes vestidos de tu aliento,
Despojándose del índigo
Que habías extendido a lo largo y ancho de mi ombligo.

Habíamos salvaguardado de fireworks el cielo,
Bajo tanta ceguera incontenida,
Sin contemplar dragones
Que volaban
Y astracanes balando en un silencio incomprendido.

¿Por qué no me dijiste que yo había contenido
La beldad de una ocarina?
¿Por qué no me marcaste el camino
Con migas y trizas de chocolate?
¿Por qué huiste de mi risa,
Encrucijando
Todas las tibias savias de mi pecho?

Habíamos optado por desconocer
Las más recónditas torturas de la carne,
La urgencia de los besos ilegales
Y el fustigar de nuestros dedos enlazados.
Entonces, ¡qué torpes! ¡qué ilusos! ¡qué iletrados!
Y qué beodos, tan borrachos e incapaces,
Tan necios, inexpertos y negados.

¿Cómo aprender a andar por los caminos,
Si antorchas que parecen inflamadas
Son arañas que en los ojos tejen, tejen
Y enmarañan las pestañas de telillas
Y hacen arder,
En los resquicios de conventos,
Lo que quedaba del amor profano?

2 comentarios:

aningunsitioperoquesealejos dijo...

"Si antorchas que parecen inflamadas
Son arañas que en los ojos tejen, tejen"

como me gustan estos dos versos por el orden sintáctico y por esa repetición "tejen, tejen" y por esa imagen/comparación/metáfora/nomeacuerdo entre las antorchas y las arañas.

Ya que soy el crítico oficial de la vida y milagros de la obra de Mme Blavatsky (que en el futuro, cuando ya estés muerta e idolatrada, saldrá recopilada en un pack con la biografía de un tal David Rodríguez de Montalvo, cronista y periodista), inauguro el periodo mágico.

De la primera época quevedesca a la sentimental a la mágica.

El poemario que los recoja, en un guiño a la primera etapa choricera-quevedesca de sus inicios se titulará "Dos velas negras", y serán dos amantes convertidos en velas negras, descomponiénodose en oleadas de cera alquitranada.

¿Cuándo puedo pasar por caja a cobrar? XD

Unknown dijo...

por dios, qué genial!
la etapa mágica... (guiño)

me alegro de que te guste, supongo que es otra etapa en plena "fructiferación"...

gracias, gracias, gracias