miércoles, 4 de diciembre de 2013

País de cartulina y pandereta

Yo te buscaba a las claras del día,
Te acechaba de noche y eras,
Entonces,
No más que un trazo imberbe, emborronado.

Entonces eras arcilla inmodelable
Que se me escapaba, arcilla, de las manos.

Yo tenía un país de extrañas calles y de aceras
Esculpidas por el sol, y de señales
Que hacían que parara el mundo entero.

Yo tenía un país de cartulina donde te recortaba repetido.
En mi país de cera y de almidones
Me habías comprado anillos titilantes,
Para que me pesara el dedo
Y señalase en estaciones invernales.

Me habías ungido con espliego,
Así como siempre me dijeron que se unge a los reyes,
A las reinas y a las putas.
Me habías dormido en las rodillas
Como una media luna rezongona,
Me habías coronado reina mora
En una cofradía de sultanas.

Yo tenía un país de cartulina donde eras un recorte reiterado.

Me habías investido soberana
De tus brazos de papel y tinta china,
Y mermaba el color en mis mejillas,
Después de tanto abrazo y de tu aroma.
Habías aludido a los almendros,
Que querías recoger por mí las rosas,
Oh, qué virgo más grande, inmenso virgo,
Que forraba el país de los cerezos
En entelequia ilimitada o corta.

Me habías hecho meritoria
De narrar las memorias que te inventé,
La mitología que te escribí,
Para que no estuvieras tan solo,
Tan recortado,
Para que me encontraras al salir de tus fronteras de cartón.

Pero estabas despoblado,
No te habitaban los nudillos blancos de mis puños
Ni el cabello excesivo que me dejé crecer para tus dedos,
No te anidaban los labios que fruncía por estrechos,
Ni las manchas estelares de mi escote adamantino.
No te ocupaban mis ojos, 
Que se engarzaban en cobre.

Te modernicé paulatinamente,
Hasta que pasaste a convertirte
En papel maché con corazón de plomo.
Te conservé las dos piernas:
Nadie quiere a un hombre de hojalata cojo.

Yo tenía un país de cartulina donde eras un recorte redundante.

Te aproximé las cejas para que me miraras fijamente
Con el fervor de los santos medievales,
Con la certeza insana de que habría de esculpirte un día los ojos.

Me habías marcado el pecho con un hierro
¿De dónde lo sacaste?
Yo nunca llevé al país de cartulina plancha, acero o fragua,
Pero justo cuando me diste el latigazo empecé a creerme dios
Y a tejerte una samarra de convicto.
Me habías amenazado con quererme tantas veces…
Entonces jugué a insuflarte el alma en tu torso de alambrado,
Soplé y soplé,
Se estrellaron mil besos en el intento,
Sobre el cartón piedra del pavimento
En la línea recortable de tu cara.

Me habías requerido de palomas
Para mandar mensajes de dolor a mi osamenta,
Que aún guarda en mil tatuajes los oprobios que le hiciste,
Al fundírsele el latón de sus junturas.

Me habías escamondado de piojos,
Adorado y cercenado las pestañas,
Me habías tomado la calentura, el pulso,
Me comprabas atavíos de princesa,
Me habías cubierto en un sahumerio de saliva,
Me habías olisqueado como un perro.

Mientras tanto, en mi país de cartulina se preparaba una revolución.

Ya no te recortabas cada año según la moda de Hollywood,
Sino que te volvías
Más exacto,
Metronómico e insolente.
Más preciso,
Más hombre y menos brutal.
Me habías dicho siempre la verdad,
Ahora empezaste a mentir,
Como si la primera civilización de hombres recortables
Se me hubiera ido, flushed, down the toilet,
Se me hubiera escurrido, sideral,
En un universo que está hecho de aire y fuego.

Te rebelaste.

No se puede recortar el oxígeno que me han respirado en el cogote todos los niños de papel.

Te me escapas y me vuelves,
Para convertirme en tu reina del kitsch,
Para deleznarme como a la hortera del camp,
Para descubrirme que te reinventas y te marchas muy lejos de mí.

Yo te escudriño aún en cada postrimería.
Te aguardo de mañana y eres,
Ahora,
Arcilla y alma.

Yo tengo un país de insólitas travesías y plazuelas
Cinceladas por la luna, y de encrucijadas
Que hacen que se pare el mundo entero.
Yo tengo un país de cartulina donde te recorto una y otra vez.
Te recorto compulsivamente, y ya no sé cuántas
Siluetas blancas he coleccionado
En los veranos que dejara en Barcelona,
En los inviernos que atesoro de Columbus.







sábado, 31 de agosto de 2013

Noli me tangere

La reina del kitsch se ha embebecido demasiado
En los mirones espejos de su alma,
Y se ha dotado sin saberlo
De espada y lanza,
De cieno y lava,
Luz y mirajes.

¡Qué oscuras se le presentan
Las distintas bocas de la luna,
Cuando alquitrana sin parar sus pulmones excelsos!

Porque ella es la reina de kitsch
Y ha bastado sólo una palabra para sanarla,
Ha bastado su corona de rubíes
¡Ay! para adormecer la madrugada.
Porque en su mente se trasnochan las baladas
Que reproduce en los recodos de la cama,
Y es en un púlpito reina de corazones,
Ya no es amarga pues le endulzan los sazones
Que ha cultivado con el sol de la aceituna.

La reina del kitsch es intocable,
Es intangible, abrumadora y contenida,
Pues ha aprendido en las batallas del leopardo
A disfrazar de brasas una estrella,
Y renueva los espacios, dondequiera,
Reorganiza las esferas, cuando sea,
A copia de libar de las verdades
Que le han proporcionado años de espera.

Pero no te enamores de la reina del kitsch,
Pues es fiera su espada.
Pero no te enamores de la reina del kitsch,
Pues fecunda es su tierra.
Pero no te enamores
De la reina del kitsch,
Porque su savia es profusa.

No te enamores ¡ay! no te enamores
De la reina del kistch.

jueves, 25 de julio de 2013

Marca

Yo había saboreado sin pausa
Todos los rincones salados de tu cuerpo.

La ventana se recortaba como una esfera,
Como un espejo mágico,
Se había vuelto en tragaluz de contornos indecisos,
Indefinidos, pero indelebles.

Volver a la tierra, al agua,
Donde nací,
Había resultado como un épico traslado,
Un periplo que se hubo de prolongar,
Para que yo entendiera la urgencia de abrir la claraboya,
Espejito, espejito mágico…

Entonces tomé tinta y sangre
Y te escribí una carta.

El ojo que todo lo ve, los cien ojos,
Los abalorios mil,
Combinaciones, vestidos, sedas negras,
Terciopelos y bordados cromáticos,
Pañuelos ricos y velos de tul punteados,
Toda una comitiva de galas y prendas
Que imaginaba llevar frente a ti,
Frente al espejo.

Escribí sin pausa,
Acerca de la quietud,
De la  eremítica cadena de sombras que edificaba
Cuando pensaba en ti.

Te narré la calidez de las noches españolas,
El sahumerio de sustancias que me fumo,
Y el que anhelo,
Las caras, sonrisas y palabras
De tanta gente querida,
De los patriarcas, las matronas que me aman,
Que los amo,
La lucha por mantener el equilibrio alcanzado
Con tantos esfuerzos de mujer de vida alegre,
De pitonisa aprendida,
Y de mentora turbada.

La sangre y la tinta no osaban secarse
En el tintero,
Y era un frasco de veneno
Que se me tornaba en savia,
Para ver convertido todo mi dolor en espurnes
De un vívido azul o plateado,
Para ver cómo había pasado de la luna al sol
En una noche. 

La tinta y la sangre no fueron suficientes
Y sellé la carta con un retazo de piel en carne viva
Había decidido lacrar mi espalda con toda esta sabiduría
Que me ayudaste a acumular.

El dolor, la quemazón, la comezón
Fueron suficientes para purgar esta necesidad de viuda negra,
Que me ha asaltado al arrancar el verano de la serpiente.

Te conté y rememoré,
Te expliqué y te relaté

Las distintas caras que había visto en el espejo.

domingo, 30 de junio de 2013

Dos de Copas

Cuando se habían apagado las luces de la tierra
Y el ermitaño subía, despacio,
A la montaña,
Hicimos una mezcla de pociones
Extraña,
Maldiestra
Y solapada.

Nos entregamos, sin querer, a la sacerdotisa.
Habíamos hablado de venenos,
De alucinógenos hermosos que emponzoñan
Las venas y el martirio de los labios
Morados.
Habíamos tenido frío juntos
Y restallado con el viento de Columbus,
Que azota como mil espadas crueles.

Habíamos estado confundiendo
Nuestra ebriedad con el dolor del alma,
No habíamos visto la avidez de las serpientes  
Condenadas por los hábitos sociales,
Por tantas leyes de patriarcas exhumados
Que han sido momias antes que santos varones.

Lo habíamos estado ignorando todo,
Sin solventar la urgencia de culebras que reptaban
En la holandilla húmeda de nuestros vientres,
¡Tan ciegos!
Habíamos olvidado a los ancestros
Que hacen retumbar sus llamadas en oráculos
Insostenibles en la tierra,
Sólo llevados por el viento.
Habíamos estado tan ofuscados.

¡Qué ciegos! ¡Qué solos habíamos estado
Hasta que me encumbré a la cima
Y aullé a la luna sin tener en cuenta
Que ya estabas en camino!
Porque estabas todo el tiempo en lontananza,
Pero no,
Es que estabas en los huecos y costuras
Que no me habían revelado profecías
Que yo perseguía,
Puño y letra,
Para alcanzar las predicciones de mi almohada.

Pero habíamos ignorado las trompetas sordas,
Sordos.
Pero habíamos amado codo con codo,
Como un irrisorio plan del universo
Que madura muy despacio…

Un caballero de levita y chistera que vende seguros de vida
Ha venido a verme.
Había inadvertido tantas veces lo mucho que te quería
Cuando ese hidalgo me intentaba encandilar
Con promesas de riqueza y de solvencia,
Con el látigo de un emperador despótico.

Pero aquella noche afluyeron toda clase de fuegos fatuos
Que iluminaron la tierra
(Cuya luz se había ido amortiguando despacio)
Y resplandecieron los incólumes vestidos de tu aliento,
Despojándose del índigo
Que habías extendido a lo largo y ancho de mi ombligo.

Habíamos salvaguardado de fireworks el cielo,
Bajo tanta ceguera incontenida,
Sin contemplar dragones
Que volaban
Y astracanes balando en un silencio incomprendido.

¿Por qué no me dijiste que yo había contenido
La beldad de una ocarina?
¿Por qué no me marcaste el camino
Con migas y trizas de chocolate?
¿Por qué huiste de mi risa,
Encrucijando
Todas las tibias savias de mi pecho?

Habíamos optado por desconocer
Las más recónditas torturas de la carne,
La urgencia de los besos ilegales
Y el fustigar de nuestros dedos enlazados.
Entonces, ¡qué torpes! ¡qué ilusos! ¡qué iletrados!
Y qué beodos, tan borrachos e incapaces,
Tan necios, inexpertos y negados.

¿Cómo aprender a andar por los caminos,
Si antorchas que parecen inflamadas
Son arañas que en los ojos tejen, tejen
Y enmarañan las pestañas de telillas
Y hacen arder,
En los resquicios de conventos,
Lo que quedaba del amor profano?

viernes, 22 de febrero de 2013

Insomnolumbus


Columbus es un muladar de sueños en este capítulo insomne.
Que insemine la cama donde he de dormir
No me importa demasiado,
As long as
Tenga un poco de dolor a mano.

Se retrae despacio la lengua de lobo en que me abismo,
Tan despacio que no lo noto.

Cuatrocientos insectos sobrevuelan el suelo,
El techo está inundado de arañas patudas,
Daddy longlegs is coming for me,
And I’ve nowhere to hide.
Soñé que las arañas corrían hacia mí.
Salían de sus huevos en el hueco que se abre
Entre el techo y la pared.
Un ángulo muerto donde no llega el sueño.
Insomnolumbus te atrapa si tienes miedo a las arañas.

Pero me dijeron que las arañas se asoman a tu ventana si no duermes.
Me dijeron que los reyes no llegan a tu casa si no duermes.
Me dijeron que los amores no llegan a tu alma si no duermes.
Me decían piensa en blanco, piensa en blanco.
Y a veces me cogía la noche en sus zarpas de arrobo,
Y me pasaba las turbias, las claras en vela.
Y me atrancaba a la puerta de una ciudad insomne,
Que no lo sabía entonces,
Pero que era Insomnolumbus.

Intenté pensar en blanco amordazando a la espera.
Pero no funciona así, padre.
Tú más que nadie sabes que cuando me dices algo, basta.
Basta para que lo desee
Basta para que lo anhele
Para que se congele mi tiempo, esperando,
Y la espera se me vuelva velada de muertos.

Y la alcoba se torna oscura y oscura,
Y no se tiñe blanca sino negra de búho,
Y la alondra no llega, y no llega Romeo.

Sólo viene la araña, molestando a la mosca,
Ella en su moradita sola,
Como cantabas,
Ahora sí que suspira y llora.

Columbus es un sumidero de sueños en este concilio insomne.
Que fecunde la cama donde he de yacer
No me importa demasiado,
As long as
Tenga un poco de terror a mano.

Se retira despacio la boca de lobo en que me precipito,
Tan despacio que no lo siento.

Ochocientos parásitos atraviesan el mundo,
El suelo está anegado de arañas patudas,
Daddy longlegs is coming for me,
And I’ve nowhere to hide.
Soñé que las arañas desfilaban hacia mí.
Salían de sus huevos en el orificio que se agrieta
Entre bóveda y tabique.
Un recodo exangüe donde no llega el sueño.
Insomnolumbus te apresa si te turban las arañas.

Pero me advirtieron que las arañas aparecen en tu claraboya si no duermes.
Me advirtieron que papá noel no vienen a tu hogar si no duermes.
Me advirtieron que los amores no vienen a tu hígado si no duermes.
Me advertían piensa en blanco, piensa en blanco.
Y a veces me aferraba la noche en sus garras de hechizo,
Y me pasaba las vigilias, las mañanas despierta.
Y me apostaba a la entrada de una ciudad insomne,
Que entonces no conocía,
Y que era Insomnolumbus.

Traté de pensar en blanco reprimiendo la esperanza.
Pero no funciona así, padre.
Tú más que nadie sabes que cuando me adviertes algo, basta.
Basta para que lo aguarde
Basta para que lo ansíe
Para que se coagule mi tiempo, aguardando,
Y esperanza se vuelva en velada de muertos.

Y la estancia se torna oscura y oscura,
Y no se pinta blanca, mas de negra lechuza,
Y la alondra no llega, y no llega Romeo.

Sólo viene la araña, y hace mal a la mosca,
Ella en su moradita sola,
Como entonabas,
Ahora sí que suspira y llora.

Insomnolumbus es un vertedero de sueños en este episodio insomne.
Que me ensucie la cama donde he de dormir
No me atañe demasiado,
As long as
Tenga un poco de calor a mano.