Tú quieres convertirme en la reina del
kitsch,
Y abrir puertas y ventanas para mí,
Comprarme cien abalorios y una cajita de
marfil,
Un sombrerito de tul, de viuda negra,
Un alhelí,
Prendido en la solapa de mi traje de
tweed,
Y algún vestido pin-up para acompañarte
al fútbol,
Gritar con algarabía con los labios
carmesí,
Comprarme cuatro pares de tacones,
Y unas medias de leopardo.
Eres un hombre de alquitrán que sueña con
la reina del camp,
Atarme con cinturones, de muñecas y
tobillos,
Para amarme tan despacio, hasta por los
descosidos,
Liberarme y fingir que eres mi salvador
Regalarme sombra de ojos para cubrir mis
ojeras.
Que de la oreja me pendan alhajas llenas
de esquirlas,
Que caigan entre mis pechos lágrimas de
oro candente,
Que entre mis dedos se aprieten anillos adamantinos,
Que constriñas mis muñecas con falso
ámbar y corales,
Y que corones mi ombligo con cadenitas de
mimbre.
Tu cara de betún se entierra entre mis
muslos,
Siempre que me tienes adornada en tu
regazo,
Y es de partículas de lumbre de lo que
tengo hecha la entretela
Cuando me arrancas de la entraña
contracciones,
Cuando me estiras los cabellos, demasía,
Cuando me quieres con los huesos de tu
espina.
Sabes cómo escoger las esmeraldas
Que han de tornar meñiques en reliquias,
Y sabes cómo encender rubíes
Que hierven en la palma de mi mano,
Me adhieres,
Me colocas,
Me comprimes,
Y enfilas mi garganta con tu anzuelo,
Lo bañas en oro de cien quilates,
Mas sigue siendo engaño, garfio y trampa.
Tú sueñas con la reina del kitsch,
Y me quieres desnuda y enjoyada,
Como una maja atroz que se desmiga,
Como una exuberante odalisca,
Como una pelandusca excesiva,
Una puta de órdago y arena,
Como una meretriz ronca y vistosa.
Y me dejas de pronto como una firefly
Y remontas el vuelo para buscarme perlas,
Pero no me lo dices, me extravías y me mermas.