jueves, 24 de febrero de 2011

El maíz

Con el kernel dorado y el maíz de los hombres
Voy a hacer la polenta que te ha de alimentar,
Voy a abrir las mazorcas,
(En comitiva de cobre, y simples)
Despiadada, los granos en mi matriz salvaje
(voy a hundir).

El maíz de los hombres ya no huele a placenta,
Y es, de noche, acicate para lobos y hienas,
Y de todo alimento en mi vientre marchito
Es maíz el que satura de acólitos el mundo,
El que llena las bocas de los pájaros sin madre
Y de los llantos tristes de las aves erradas.

Con maíz amarillo yo te he de alimentar,
Y has de catar azúcar refulgente y bruñido,
Y no has de transformar lo que comes en humus,
Pues sube de la tierra y en ella te humillas.

Y yo te enseñaré a buscarte los panes
Y a despanochar las matas de cabellos
Verdes,
Grana,
Donde se han, tus pestañas, tornado en rojas piñas
Porque eres de maíz, hombre de aliento jade,
Hombre color pajizo
De dolor quebradizo.

¿Que qué quiero hacer con el maíz?
Quiero llenar los puentes y llenar las aceras
Con un maíz que explote y que reverbere,
Las calles, callejones, los vastos adoquines
En lluvia de maíz que reviente en los rostros,
Y mate mariposas de muerte ambarina,
Y alcance,
Como misiles,
La ropa en los patios,
Y la llene de úlceras de almidón refulgente,
Porque son las vecinas, recogiendo en esos patios
Esas extensas sábanas tan blancas de armisticio,
Las que dan al maíz dimensión de mujeres
Y las que obran milagros con el repugnante eneldo.

Y si tiene el maíz el dolor femenino,
Bastará con hilarle las barbas de cerdas
En dos hermosas trenzas balanceando de pena,
Y así del corazón, del kernel mencionado
Ya sólo habrá que hacer algún guiso sagrado,
Porque saben las hembras amanecer con hielo
Recuperar las sobras de maíz (amor) desmigajado,
Y componer de nuevo la seda de las rutas,
Donde se han de bordar con los hilos enteros,
Azafrán, cañamazos y regueros de sangre.

martes, 1 de febrero de 2011

Sí amo, pero humo II

...And who but my Lady Greensleeves…
Enrique VIII

Llenarte de tristeza poscoital
Es una de mis máximas pericias,
No soy un hábil prócer en secretos,
No los conozco todos,
Ni lo anhelo.

Pero sé que fracaso en auscultarte el pecho,
Y en diagnosticar qué suerte de dolor blando y laxo
Te brota del tejido más interno.
Sé que soy como una oruga que te pica
Soy un sucio gusarapo de molestias,
Y te como muy despacio por adentro
Y de adentro no me salgo aunque me expelas.

He podido comprobar de qué estás hecha,
Y no he querido más que castigarte
Porque te quiero de una forma extraña,
Y no sé si te quiero aunque me duelas.

Y ya que por fin viste mis ojos vidriados,
Ya que viste el desnudo de mis dientes,
Voy a ver si te puedo convencer
De que soy un profeta deprimente.

Pero sé que he fracasado en adorarte
Y en buscarte las cosquillas en la frente,
Y en contarte los lunares como estrellas
Y en barrer de sosa cáustica tus labios.
Sé que soy un fracaso en ponerte de hinojos,
Y en abrirte los ojos para que te des cuenta
De que yo me doy cuenta,
Y de que soy un fracaso.

Lo de morirte sola
Es una opción que a ti te aterroriza,
Yo creo más en los milaños de tus cuentos,
Que deberías tú creer que te amilanas,
Y que es sacar afuera la cabeza
Lo que te salvará de mis heridas.

Llenarte de tristeza poscoital
Es un inconveniente, demasiado,
Y siento que es un mórbido banquete
Comer lo que te sobra cuando lloras,
Sorber lo que ha quedado cuando imploras
Que ya no te haga daño ni te asuste.

Y eres como una niña, tan perdida,
Te quiero y no te quiero,
Y al robarte
El aliento cuando sufres tan de veras,
Me odio y quiero huir de madrugada,
Saltar por los caminos y perderme,
Saber que he de morir la noche entera
Por devolverme a ti a lágrima viva,
Por descubrir que soy un ser canalla,
Por pretender que puedo redimirme,
Por abrirte en canal esa quijada.

Porque estoy aprendiendo a perder las esquirlas
De esta ternura rara
Con que salpicas mis ojos,
Con la que tú me atacas, velada, tus ojos,
Con la que me despojas de todo, mis ojos,
Con la que me disparas cubierta, tus ojos.
Con esa devoción que es tan muda, de cieno,
En donde nos hundimos, desnudos, de lodo,
Y con esa piedad de las santas de piedra,
Con la que en la bandeja los llevan, sus ojos,
Y muestran los apéndices de sus pechos rojos,
Y aguantan sus espaldas y costillas asadas,
Y duermen la vigilia de su muerte violenta
Orando con sus ojos,
Callando con sus ojos,
Y dejando sus ojos
Macerarse en vinagre,
Y esperando la hora de las fieras cornadas,
Y de supuración en aceites hirviendo,
Y de las bestias pardas y los bravos zarpazos,
Y de agujas punzantes
Y de vientres sangrantes.

Porque te has convertido en la Virgen con ojos,
Y me miras, me escrutas y escudriñas mis ojos,
Y me inquieres, me indagas y no cierras los ojos.

Ya no te quiero más, y nunca te he querido.
Sólo que me atraviesas con tus ojos de fango.

He podido comprobar de qué estás hecha
Y no he querido más que castigarte,
Porque te quiero de una forma rara,
Y no sé si te quiero aunque me duelas.